La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)

Cincuenta y nueve

Esa noche fue la más extraña de mi vida. No recordaba parte de mi pasado, no entendía qué era lo que hacía yo tan alejada de Invernalia, ni podía comprender porque mi esposo dormía en otros aposentos.

¿Acaso nuestro matrimonio no iba bien?

Pero lo que más llamó sin duda alguna mi atención fue la pequeña cicatriz en mi vientre, como si alguien me hubiera apuñalado sin piedad.

Tragué saliva.

¿No había dicho Daeron que me había golpeado la cabeza?¿Acaso ocurrió algo más? ¿Dónde diantres estaba toda mi familia?

No podía continuar así, no podía dormir sin saber que estaba pasando realmente, así que solo con el camisón puesto y descalza salí de mis aposentos cruzando el pasillo para abrir la puerta donde había decidido pasar la noche Daeron.

-¿Pasa algo?- preguntó incorporándose cuando me vió entrar en la habitación.

Tenía el torso completamente descubierto y por muy extraño que fuese,  eso me hizo dar un paso hacia atrás con nerviosismo.

Se suponía que había visto a aquel hombre desnudo infinidad de veces, ¿Porque afectaba verle así tanto a mi cabeza?

-Tengo preguntas, Daeron…

-Las contestaré mañana-dijo.

-¿Por qué mi esposo no comparte la cama conmigo?- pregunté ignorandole.

-¿Quieres que compartamos la cama?- apartó la sábana echándola a un lado y me hizo un gesto de cabeza- puedes venir, yo simplemente quería darte tu espacio, hasta que…hasta que te familiarizaras con esto.

-Hay algo que no me encaja- mis ojos se llenaron de lágrimas- tengo..tengo una cicatriz aún reciente en el vientre y no recuerdo haber venido jamás a este lugar, no hay nada que me parezca familiar, ni siquiera me has querido decir dónde están mis hermanos y mi padre.

-Tú padre y tu hermano están muertos-confesó de golpe- los mató la Triarquía.

Tragué saliva dando un paso hacia atrás. ¿Había dicho 'muertos"?

-Yara decidió quedarse a vivir en Desembarco del Rey como copera de la reina y tú y yo….

Se levantó de la cama y caminó hacia mí mientras mi espalda quedaba pegada a la pared.

-Tú y yo siempre hemos vivido en Antigua…-susurró esquivando de nuevo mi mirada- desde que nos casamos.

-¿Y la cicatriz?- pregunté con la voz temblorosa.

-Ya te dije que te caíste-contestó- y te clavaste un cristal que había en el suelo.

Se aclaró la garganta y tiró de mi mano hacia la cama.

-Puedes dormir conmigo-cambió de tema- si eso es lo que deseas.

Asentí.

-Siento no acordarme de nada…-susurré- no quiero hacerte daño.

-¿Hacerme daño?- Daeron frunció el ceño pasando su mano por mi pelo- debería disculparme yo por el daño que te estoy causando.

Agitó la cabeza y se hizo a un lado para dejarme acceder a la cama.

-No haremos nada, ¿Verdad?

-Dormir- contestó él rodeando la cama para volver a tumbarse- eso haremos.

Tragué saliva y me tumbé a su lado algo tensa.

-Quiero que estés tranquila, Sophie…-susurró dándome la espalda mientras soplaba la vela de la mesilla dejándonos completamente a oscuras- jamás te daré un motivo para temerme.

Y poco después de sus palabras se quedó completamente dormido.

Yo en cambio podía sentir un enorme vacío en el pecho, justo donde el corazón latía con algo de debilidad.

Aquel no era mi lugar, lo sabía, no encontraba explicación alguna, pero algo dentro de mi me lo gritaba.

Me levanté lentamente el camisón para tocarme la cicatriz que aún me dolía y cerré los ojos algo agobiada.

¿Esto me lo hizo un cristal?

Me bajé el camisón y me levanté de la cama caminando de puntillas para salir de aquella habitación.

Abrí la puerta y la cerré lentamente.
Y entonces lo vi.

Al final del pasillo una silueta oscura me observaba detenidamente, alumbrada ligeramente por la luz de la luna que entraba por la ventana.

-¿Quién eres?- pregunté asustada.

Mis pulsaciones se aceleraron, mis piernas flaquearon, y aquella silueta se desvaneció con una rapidez asombrosa, sin darme tiempo a poder reaccionar.