Cincuenta y siete

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AEMOND

-Vivimos cosas inolvidables, de eso no cabe duda, cosas que nos hicieron crecer y conocernos aún más.Yo qué pensé que mi felicidad estaba ya completa, no sabía que tan solo el roce de tus dedos sobre mi piel en un mundo demasiado cruel para ti iban a poner todo patas arriba.El último día que tus ojos se clavaron en los mios y tu mano se aferró a mi brazo me dijiste que querías que fuera feliz, pero…¿Cómo iba a serlo sin ti?¿Acaso te paraste a pensar cómo sería esta vida sin ti? 

Suspiré viendo cómo Yara se sentaba junto a mi y se pasaba la mano por el rostro intentando de alguna forma deshacerse de sus lágrimas.

-La recuerdo cuando aún eramos pequeñas- intentó esbozar una sonrisa, pero lo único que consiguió fue romper en llanto- siempre fuimos muy diferentes, pero…-intentó controlar su llanto mientras a mi me mataba el dolor que sentía en mi pecho- pero,...yo la quería más que a nadie, y quiero a mi hermana de vuelta.

Aparté la mirada de Yara intentando aguantar el llanto que ya asomaba por mi ojo. Habíamos acudido solos a Invernalia, a despedir a Sophie como realmente se merecía, pero era evidente que ninguno de los dos estábamos preparados para encender el fuego que reduciría a cenizas su cuerpo.

¿Cómo iba a hacerlo?

Me quedé mirando el cuerpo pálido de Sophie sobre el tablón de madera y agaché la cabeza escuchando de nuevo la voz de Yara.

-Estabais enamorados, se notaba en la forma en la que os mirabais- su llanto no cesaba- eso era lo que ella quería, Aemond, que alguien le hiciera conocer el amor y tú…

-Yo no hice lo suficiente para que ella viviera- me rompí- tendría que ser yo el que estuviera en ese maldito tablón.

Para mí sorpresa, Yara sonrió de medio lado.

-¿Crees de verdad que ella hubiera permitido eso?- preguntó poniéndose de pie- conozco a Sophie, se dejó matar, ella lo sacrificaría todo por ti, Aemond, lo sé porque sé de lo que es capaz.

Agaché la cabeza tragando saliva e intentando controlar mi respiración.

-Es hora de irse- dijo ella poniéndose de pie- creo que esto no nos hace bien a ninguno de los dos.

-No- negué con la cabeza- quiero seguir aquí sentado, todavía no me rindo, sigo esperando a que en cualquier momento abra los ojos de nuevo.

Mis lágrimas se deslizaron por mi rostro sin que pudiera contenerlas más.

-No lo hará, Aemond….- me ofreció su mano- venga, acabemos con esto y busquemos un lugar mejor.

-¿Crees que fui bueno para ella?- lloré- te juro que hice todo lo que podía para…

-Fuiste el mejor…-Yara se agachó y me miró llena de lágrimas- pero vuestra historia ya ha terminado, tienes que dejarla ir.

-Nuestra historia nunca terminará -aclaré.

Ella suspiró, me dejó atrás y acercándose hacia su hermana besó su frente.

-Descansa en paz, Sophie.

No dijo nada más, se giró, me dedicó una mirada y se alejó dejándome mi tiempo, mis últimos minutos con ella.

Pero entonces mi mirada se posó en una chica de larga melena castaña y vestimenta rojiza que me miraba fijamente entre los árboles.

Saqué lentamente la daga sin apartar mi mirada de ella.

-¿Quién eres?- pregunté poniéndome de pie.

La chica de tez blanca y ojos oscuros me sonrió atreviéndose a dar un paso hacia mí.

-Llevo observándote largo y tendido- está vez desvío la vista hacia el cuerpo sin vida de Sophie- y veo que eres incapaz de prender fuego y dejar que la chica descanse en paz.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora