Sesenta y siete

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Llegué al comedor junto a Daeron, y fuimos los primeros en sentarnos viendo cómo entraban Helena y Lyanna.

-Jamás había visto una mesa tan larga- sonreí mirando a Daeron- este lugar es maravilloso.

-Yo también me sorprendí la primera vez- comentó Lyanna con una amplia sonrisa en el rostro- pero al final te acabas acostumbrando.

-Sobre todo si te toca al final ser la reina de los siete reinos- dijo Daeron giñandole un ojo- no te queda de otra que acostumbrarte.

-Estar en el castillo es fácil, el puesto que debo desempeñar ya no tanto- puso los ojos en blanco.

Me humedecí los labios dispuesta a hablar, pero entonces entró en el comedor Alys provocando que las sonrisas de todos se desvanecieran.

-Oh, podéis seguir hablando- se sentó justo en frente mía desviando la vista hacia Lyanna.

Pero Lyanna, lejos de contestar, se levantó apresuradamente al ver como un chico que cojeaba ligeramente apoyado en su bastón entraba en el comedor.

-Deja, yo le ayudo- dijo Aegon detrás de él pasando la mano por la espalda de aquel chico con una enorme cicatriz en el rostro que ocultaba bajo un parche oscuro.

Miré a Daeron esperando a que dijera algo.

-Es…

-Aemond Targaryen- fue Alys la que contestó cuando él se sentó junto a ella- espero que pronto mi futuro esposo.

-Y mi hermano- la voz de Daeron sonó diferente, como si verle realmente le afectara.

-Bueno…-Helena llamó la atención de todos- creo que deberíamos empezar a cenar antes de que esto se enfríe.

Sonreí y desvíe la vista hacia el plato. Por extraño que pareciese, el vacío de mi pecho se había desvanecido casi por completo, no sé en qué momento ni cómo, pero podía sentir como todo parecía volver a la normalidad dentro de mi.

¿Era a causa de la tranquilidad que me generaba estar en aquel castillo?

Levanté la vista justo para ver cómo ese tal Aemond apartaba la mirada de mí centrandola en su plato con nerviosismo.

-Si no te gustan los guisantes puedes apartarlos…-susurró Daeron en mi oído- o pasarlos a mi plato.

Sonreí de nuevo.

-Qué gesto más feo, ¿No crees?- arrugué los labios provocando que Daeron esbozara una sonrisa.

-Os veo muy felices- la voz de Alys me volvió a generar un escalofrío.

-Es una mujer maravillosa- contestó Daeron- sería muy difícil no ser feliz estando junto a ella.

Agaché la cabeza con timidez cuando él besó mi mano.

-Me alegro por vosotros entonces, espero que seáis felices toda la vida- sonrió con una falsedad más que evidente.

-Lo mismo os deseo- dije tras tragar saliva- espero que lo vuestro sea para siempre.

Ella soltó una carcajada y agarró la mano de aquel chico que era incapaz de levantar la mirada de su plato.

Fruncí el ceño. Ahora entendía a Daeron cuando me dijo que a su hermano no le gustaba mezclarse con más gente. ¿Por qué era tan diferente?

-Creo que deberíamos irnos a nuestros aposentos- Daeron se puso de pie ofreciéndome la mano mientras todos nos miraban con atención- estamos algo cansados por todo el viaje que hemos tenido que hacer en dragón y…

-No os preocupéis- Lyanna se puso de pie sin borrar la sonrisa llena de amabilidad del rostro- será mejor que descanséis.

Acepté la mano de Daeron aún hambrienta y me puse de pie dejando que él tirará de mi mano hacia la salida. ¿Por qué había tanta tensión en el ambiente?

Pero justo en ese momento, cuando Alys se giró para seguirnos con la mirada, el bastón del hermano de Daeron cayó al suelo provocando inconscientemente que yo alejara mi mano de Daeron.

-Yo te ayudo…-susurré caminando hacia el bastón y ofreciéndoselo.

Solo entonces, Aemond levantó la mirada y clavó su único ojo en mi.

-Gracias- Alys me arrebató el bastón de las manos, haciendo que nuestras miradas se separaran.

-No hay de qué…-susurré.

Y sin  decir nada más, me alejé junto a Daeron.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora