Treinta y dos

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Caminé por el jardín del castillo viendo cómo Lyanna leía un libro distraídamente sin percatarse siquiera de mi presencia.

-¿Qué lees?- pregunté cuando estuve suficientemente cerca.

Ella levantó la vista, clavó sus grandes y claros ojos en mí y soltó un ligero suspiro.

-Un libro que me regaló Aegon cuando aún nos estábamos conociendo- contestó.

Ganando la batalla contra mi timidez me senté a su lado.

-Siento lo que le hice a Daemon…-susurré- estaba asustada y…

-Es mi padre- me interrumpió- mi familia.

Agaché la cabeza sin saber muy bien qué decir ni como intentar arreglar todo.

-Mi padre siempre ha estado enamorado de Rhaenyra, ¿Sabes?, siempre ha amado con todas sus fuerzas a esa mujer y ahora qué no está..- ella dejó el libro en el banco y me miró apunto de romperse- no hay peor sentimiento que el de perder a un ser querido.

Suspiró y se sorprendió cuando vio que mi mano se posaba encima de la suya.

-Yo perdí a mi madre hace poco- confesé- y si la hubiera asesinado alguien haría todo lo que estuviera en mi mano para matarlo.

-Mi padre lo acabará superando, o al menos eso espero- puso los ojos en blanco- cuando lo haga dejará de tener esas inmensas ganas de matar a Aemond.

Abrí los ojos asustada cuando los latidos de mi corazón se aceleraron.

-Tranquila..-esbozó una sonrisa repleta de tristeza- Aemond sabe defenderse muy bien.

Sonreí.

-¿Y dónde está?

-Dijo que iba a ver a Aegon-contesté.

-¿Ir a ver a Aegon?- Lyanna se puso de pie de golpe sobresaltadome-Aegon no está en el castillo.

-¿Y entonces…

Me quedé en silencio y las dos levantamos la cabeza cuando el inmenso dragón de Aemond nos sobrevoló perdiéndose en la lejanía.

-Mierda, Sophie- se agarró el vestido y echó a correr- va a por Luke.

La seguí corriendo hacia el interior del castillo y mis ojos se posaron en Helena que bajaba apresuradamente las escaleras.

-Necesito tu dragón- Lyanna le hizo un gesto con la mano para que se acercara a ella- vámonos ya.

Di un paso dispuesta a seguirlas, pero Helena frenó en seco clavando su fría mirada en mi.

-No hay espacio para ti en mi dragón- caminó hacia mí con enfado y apoyó su dedo en mi pecho de forma amenazante- yo iré a por Aemond, ¿Lo has entendido?

Puso los ojos en blanco.

-Si no fuera porque necesitamos ese dichoso acuerdo con tu…

-¡Helena!- espetó Lyanna para hacer callar a su amiga.

Fruncí el ceño.

-¿Qué acuerdo?-pregunté.

-Oh, que idiota es Aemond- Helena apartó la mirada de mi y la fijó en Lyanna- el idiota me dijo que ella sabía todo y que ella tenía claro que era un matrimonio de conveniencia.

-¿Un matri…-tragué saliva incapaz de poder pronunciar las palabras.

-Mira, me da completamente igual si te interesa lo más mínimo Aemond- me miró de nuevo- pero..¿De verdad pensabas que me cambiaría a mi, la mujer con la que lleva toda su vida por una completa desconocida si no hubiera algo de mayor importancia de por medio?

Lyanna tiró de su brazo obligándola a apartarse de mí.

-Eres la novedad, ¿Lo entiendes? En cuanto copule contigo se dará cuenta en qué brazos quiere estar realmente, y entonces le dará completamente igual que seas su esposa. Yo le conozco, yo sé quién es realmente Aemond Targaryen.

Mis ojos se hinundaron de lágrimas mientras ellas se alejaban y en cuanto me quedé completamente sola rompí en llanto.

 ¿Por eso había despertado tan extraño?¿Se había dado cuenta de que yo no le hacía feliz?

Me dolía el pecho, tanto que sin apenas darme cuenta me dirigí hacia las escaleras y las subí incapaz de levantar la cabeza.

¿Qué trato había hecho con mi padre? ¿Que me estaban ocultando?

Me llevé una mano al corazón y abrí la puerta de los aposentos de Aemond dirigiéndome hacia la botella de vino aún llena que habíamos dejado encima de su escritorio.

La cogí entre mis manos y bebí sin apenas coger aire.

Necesitaba deshacerme del dolor, del inmenso dolor que se estaba apoderando de mi cuerpo entero. ¿Cómo era posible que cada ápice de mi ser estuviera adolorido?

Bebí de nuevo y me apoyé en el escritorio dejando que las lágrimas bañaran mi rostro para caer delicadamente por mi cuello.

Le odiaba, le odiaba con todas mis fuerzas, odiaba todo lo que me hacía sentir.

Y sin embargo mi corazón solo parecía querer continuar latiendo por él.



La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora