Treinta y cinco

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-¿Se casó conmigo solo para convencer a mi padre de que debía entregar a Jon a la Triarquía?

Daemon me miró desde su sillón sin pronunciar palabra, mientras yo me desahogaba intentando no romper en llanto.

-Confíe en él, ¿Sabes?, sabía que no estaba enamorado de mi, pero al menos era amable y bueno conmigo.

-Y más tarde iba a matarte-dijo esbozando una ligera sonrisa- porque es la única forma de desprenderse del matrimonio y volver a estar libre para Helena.

Sentí un pinchazo en el pecho.

-¿Crees que habría sido capaz?

-Si tu no lo pensaras no estarías ahora mismo en Harrenhal conmigo, ¿No crees?

Suspiré apoyando mis codos en la mesa sin saber muy bien cómo rebatir ese comentario. Era evidente que después de lo que me había enterado no iba a poder volver a confiar en Aemond. Ya no iba a poder verle de la misma manera y eso en el fondo me afectaba más de lo que deseaba admitir.

-Partiremos mañana al alba-comentó Daemon poniéndose de pie- así que yo ahora me iré a descansar.

Le miré caminar y me puse de pie provocando que él dejara de hacerlo.

-Necesito ropa más cómoda para poder enfrentarme a esos hombres que desean matar a mi hermano, y alguna que otra espada con la que defenderme.

Mis palabras provocaron una sonrisa en el rostro de Daemon.

-Yo me encargaré de todo-dijo- ahora vete a dormir.

Asentí y fui la primera en salir de aquel comedor y caminar hacia una de las habitaciones.

Me habían roto el corazón, me lo habían roto de la peor forma posible. Y si tan solo Aemond me hubiera contado todo desde un principio sin haberme engañado…seguramente le habría ayudado a buscar una solución para la Triarquía, pero…¿Sacrificar a mi hermano? Jamás le importaron mis sentimientos, eso estaba claro.

Y todo lo que había soñado desde pequeña, todo ese amor al que me quería aferrar se esfumó de un plumazo.

Y muy dentro de mí no hacía otra cosa que llorar.¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué tuvo que engañarme?

-Sophie.

La voz de Daemon me hizo girarme para clavar la mirada en él, y sólo cuando nuestras pupilas se encontraron en aquel pasillo, rompí en llanto.

Me había hecho la fuerte durante todo el día, había intentando aguantar las formas, pero ya no podía soportarlo más.

-¿Por qué tuvo que jugar conmigo?- sollocé viendo cómo él se acercaba a mí-¿Por qué tuvo que hacerme daño?

Me cubrí el rostro con las manos dejando que él me rodeara para abrazarme.

-Llora-dijo dándome unas palmaditas en la espalda- solo llora y deja salir todo lo que lleves dentro. 

Mis sollozos aumentaron de intensidad mientras sentía mi pecho arder.

-El tuerto no se merece ni de lejos a una mujer como tú-comentó sin soltarme- Aegon al menos sé que haría cualquier cosa por mi hija, pero Aemond…Aemond sigue siendo igual de venenoso que era antes de la guerra, no ha cambiado, por eso mismo sé que estás en peligro cerca de él.

-Pero nadie me dijo que iba a doler tanto…

-Ahora centrémonos en salvar a tu hermano, y olvídate de ese idiota, céntrate en recuperar a tu familia.

Me separé ligeramente de él y me quité las manos del rostro.

-Gracias, te lo digo de verdad- me sequé las lágrimas con la manga del vestido terminando de alejarme de él-gracias por ayudarme.

-Ahora vete a dormir- se frotó las manos y me dió la espalda- mañana me encargaré de que parezcas un verdadero guerrero.

Y entre lágrimas sonreí.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora