Diecisiete

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-Elige una habitación-dijo Aemond mientras dábamos un paseo por el castillo casi a oscuras- yo me quedaré con los antiguos aposentos de Lyanna.

Me giré para mirarle con el ceño fruncido sin entender bien el motivo de su elección.

-¿Puedo saber por qué?

-Es la única habitación que conozco-contestó encogiéndose de hombros con total normalidad.

Le miré detenidamente y abrí una de las puertas topándome con una enorme habitación.

-Yo me quedaré entonces con esta.

Di un paso dentro escuchando los pasos de Aemond detrás de mí.

-La cama es enorme y parece cómoda- me giré para mirar a Aemond que me observaba desde el marco de la puerta, atento a cada uno de mis movimientos.

-Deberías quitarte ese vestido.

Escucharle decir aquello me hizo alejar la mirada de él con nerviosismo.

-Has entrado a la habitación de Lyanna, así que por suerte quedará alguno de sus vestidos por aquí- señaló un armario con semblante serio- pónte cualquiera.

-¿Estás seguro?- pregunté.

-¿Por qué debería estar seguro?- preguntó con el ceño fruncido.

-No quiero ponerme ese vestido y que me veas como a ella- agaché la cabeza con timidez- quiero que siempre me veas como soy yo, no una copia de Lyanna.

-Es un simple vestido- se aclaró la garganta tensando la mandíbula- iré a buscar otro lugar donde dormir, nos vemos mañana.

Di un paso hacia adelante e hice el amago de ir tras él, pero antes de que pudiera decir nada, él ya había desaparecido por el pasillo.

Suspiré sintiéndome completamente idiota con mi comentario.

¿Quería que solo me viera a mi? Lyanna era la esposa de su hermano, ¿Porque me molestaba que la nombrara?

Arrugué los labios y me deshice del vestido dejando que se deslizara por mi cuerpo hasta acabar en el suelo.

Ni me molesté en dejarlo en otra parte, sin perder tiempo y completamente desnuda me metí bajo las sábanas de aquella cómoda cama y sonreí como una idiota al recordar como Aemond me cogió para meterme en el agua solo para dejar de verme llorar.

Tragué saliva y cerré los ojos con una buena sensación recorriendo mi cuerpo.

Quedándome dormida casi al instante me perdí en mis sueños más profundos.

Sueños en los que nadaba en el mar desprendiéndome  de mis cargas y malos pensamientos, nadaba sin aquel pesado vestido como si dentro de mí hubiera algo de criatura marina.

Y entonces sentía sus manos agarrarme con fuerza de la cintura, unas manos grandes, que me rodeaban atrayéndome hacia él.

Y aunque en la oscuridad de aquella noche no se podía distinguir al dueño de aquellas manos, pude ver el pelo largo y blanquecino cayendo por sus hombros.

Y solo hizo falta eso para que mi corazón diera un vuelco y yo abriera los ojos sobresaltada.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora