Cuarenta y ocho

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Me apoyé en la barra con mi fría mirada clavada en la de Helena que me sonreía con una malicia que desconocía en ella.

-¿Un burdel?¿Te parece este un buen lugar para hablar?

-Bueno….me han comentado que ya estabas familiarizada con estos lugares- se encogió de hombros desafiandome con la mirada.

-¿Qué es lo que quieres?- pregunté- ¿Para qué diablos has montado todo esto?

-Oh, Sophie, no te hagas la estúpida- puso los ojos en blanco- sabes que todo esto es por Aemond, por mi Aemond.

-Perdona, creo que he escuchado mal, ¿Tu Aemond?- me reí con nerviosismo para parecer segura de mí misma- es más mío de lo que jamás fue tuyo.

Ella hizo una mueca en un intento de sonreír con falsedad.

-Estoy en cinta de nuevo- soltó de golpe arqueando una ceja.

-¿En….en…

-Si, Sophie, en cinta- repitió irritada- y que vuelvas ahora a la Fortaleza Roja solo estropea lo que ya había vuelto a recuperar con Aemond.

Agaché la cabeza con el corazón acelerado, evadiendome del mundo para centrarme en mis pensamientos.

¿Iban a tener un hijo? ¿Había llegado tarde para recuperarle?

Levanté la cabeza escuchando la voz de un hombre de fondo y giré mi cabeza hacia la derecha para clavar mis ojos en un hombre barbudo de ojos claros que me sonreír amigablemente.

-¿Quieres ganar unos dragones de oro?- sonrió de nuevo mientras yo aún continuaba confusa- porque yo conozco una forma en la que puedes ganar incluso más que eso de una forma bastante rápida.

Negué con la cabeza sin comprenderle y giré la cabeza para darme cuenta de que Helena ya no se encontraba tras la barra. ¿Adonde había ido?

Me puse ligeramente de puntillas para buscarla.

-Vamos…- el hombre tocó mi brazo alarmandome- solo tienes que dejar que te meta la polla…, nunca antes había visto aquí a una chica de alta cuna y creo que si no soy el primero…

En ese momento, Aemond tomó al hombre de su camisa y lo estampó contra la barra clavandole los cristales de su vaso en el rostro mientras yo me alejaba asustada.

Escuché los gritos de aquel hombre, le vi sangrar, pero a Aemond pareció darle igual todo aquello. Volvió a golpearle repetidas veces y cuando el hombre cayó al suelo, ya no se le podía casi reconocer.

-¡Vete de aquí!- me gritó sobresaltandome.

Pero no me moví del sitio, solo podía observar al hombre que tenía delante, al hombre que decía amarme, pero que había aprovechado mi ausencia para acostarse con otra.

Para mi sorpresa, pasó encima del cuerpo del hombre y agarrándome con fuerza tiró de mí provocándome un terrible dolor en el brazo.

-¡Aemond!- grité.

-¡No me levantes la voz!- gritó mientras me arrastraba por las calles y la gente nos miraba con curiosidad.

Cómo la primera vez que salimos de aquel burdel, me llevó hasta la misma casa en la que nos ocultamos la primera vez. Allí llamó a la puerta con fuerza y me obligó a subir las escaleras hasta llegar a la habitación donde curé su herida.

-Yo solo…

-¡Basta!- espetó con enfado-¡No me interesa en absoluto escucharte!

Estaba enfadado, se podía sentir en la vena hinchada de su cuello, en su respiración agitada y en cómo me miraba. Casi parecía haber desaparecido todo el amor que decía sentir por mi.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora