47. Pequeña sorpresa

8.4K 452 195
                                    

Vanessa

Iba saliendo de mi universidad un poco abrumada, por del cansado día de hoy. Quise ir a recoger a Lu de la preparatoria, pero salí más tarde de lo que pensé.

Alcé la mirada para ir hacia mi auto, y una sonrisa enternecida impactó en mi rostro al encontrarme con una rubia que tenía un ramo de tulipanes en sus manos.

—¿Por qué no me avisaste que vendrías? — me acerqué a su carita y le dejé un corto beso sobre sus labios.

—Quería que sea sorpresa, para ti— se refirió al ramo de flores, lo tomé y volví a dejarle otro beso — Vamos, necesitas comer — abrió la puerta del conductor —Diría que yo manejo, pero no quiero matarte — reí tomando asiento, giré mi cuerpo hacia los asientos traseros para poder dejar el ramo y mi mochila.

Me reincorporé poniéndome el cinturón de seguridad.

—Yo te puedo enseñar — ofrecí una vez que entró al lado del copiloto.

—Max lo intentó y no me tuvo paciencia.

—Te he enseñado aritmética ¿Qué puede ser más difícil?

—Pues... Si me equivoco en aritmética, lo vuelvo a hacer, pero en este caso si me equivoco puedo matar a alguien ¿Quieres que vaya a la cárcel? — preguntó en un tono falso de ofensa.

—Hay lugares especiales para aprender a manejar, cielo. Tampoco te voy a llevar al medio de la ciudad donde hay un montón de carros — negué frunciendo el ceño — Me acabo de dar cuenta que estoy manejando y no sé a dónde quieres ir.

—Sí es verdad. Llévanos hasta tu restaurante favorito — la miré de reojo ¿Por qué ahí?

Di media vuelta a la siguiente calle porque nos estábamos alejando más del camino. El restaurante está cerca al centro de la ciudad, así que tal vez demoremos un poco.

—Cuéntame ¿Cómo te fue hoy?

—Casi muero en deportes — respondió resoplando — La entrenadora Wheeler no dejaba descansar ni un minuto, yo me estaba muriendo de calor.

—¿Qué fue lo que hiciste Lu? — fui directa, fingiendo seriedad.

—¡Nada!

—Lucía...

—Esteban fingió estar accidentado — murmuró. Solté una risita negando levemente mi cabeza — No le pasó nada, aunque sí parecía. La entrenadora decidió acabar ahí sus clases.

Me obligo a alejar mi vista de sus piernas cuando las apoyó por encima de la guantera.

Concéntrate en el camino.

—¿No se enteró de que estuvo mintiendo?

—No, porque antes nos desaparecimos de ese espacio lleno de sudor.

—Te recuerdo que yo entrenaba ahí — arrugué mi frente.

—Tu sudor es el único que no me da asco.

—¿Gracias...?

—De nada, cielo — apoyó su mano sobre la mía, acariciando en círculos con su pulgar.

—Me encanta sentir tu tacto, aunque también me hace temblar — confesé — No quiero atropellar a nadie Lu.

Suelta una risa burlona asintiendo y quitó su mano.

— Te ves muy linda manejando.

— Mi acompañante es más linda.

— ¿Quién? — su tono de voz se pone grave.

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora