63. Beso

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Lucía

En estas dos últimas semanas me he pasado junto con Val y Hugo, que para mi suerte, se llevaron genial, la pasamos viendo películas, hasta que venía mamá a regañarnos por estar todo el día en la habitación, y nos mandaba a caminar al parque por más de dos horas.

Por otro lado, Fabio ha salido con mamá y con Chris, a no sé dónde. No me quisieron mencionar nada. No me han unido a sus planes, y me ofende muchísimo. Lo único que me contaron fue que le regalaron un casco nuevo de mejor calidad, ya que, la antigua, lo utilizó para romperle la cara al padre de Hugo, Hendry.

Bien merecido.

De Esteban, no sé tanto, mi padre me comentó que estaría una semana ocupado en sus entrenamientos, por órdenes del fabuloso papá de Teb. Lo detesto. Lo ha obligado a entrenar desde muy pequeño, y son malos recuerdos cuando él se lo llevaba arrastrando por todo el pasillo.

No sé qué tienen en la cabeza los amigos de mi padre. Siguen compitiendo por quién será el peor papá del año, sin mencionar que ahora se les unió Hendry, y es peor saber que aún no es ni mitad de año.

—Qué bonita manera de estudiar —un murmullo se escuchó desde la entrada del salón, era Val, sonreía moviendo la bolsita de gomitas —Te traía un premio por estar estudiando duro, pero te encuentro distraída.

—Estuve leyendo, pero me aburrí.

—Con lo bonito que es leer —entrecierra sus ojos, sentándose en la carpeta de mí delante —Te lo pierdes.

—Aunque sea, me merezco la mitad de las gomitas por el intento. ¿No crees? —ella niega abriendo el paquete morado —¿Dos?

Muerde su labio inferior, aguantando su risa. Parece pensarlo mejor, e inclina su cabeza, con su dedo índice indica que le dé un beso en su mejilla. No pude ocultar mi gesto de superioridad, antes de rozar mis labios en su piel.

—¿Interrumpo? —Fabio carraspea su garganta, ingresando sin quitar su mirada fulminante. Y antes que pudiese interrogar, Valerie alza su brazo haciéndole entrega de otro paquete de gomitas para callarlo —Te lo recibiré solo porque no rechazo a las mujeres.

—¿Tenías otras? —recibí el mío, ofendida.

—Sabía que Fabio llegaría, me ha estado persiguiendo toda la mañana —giré a verlo, sorprendida, y él alza su mirada.

—Miente.

—No es cierto.

—¿Vas a creerle a ella y a mí no? —empezará una discusión tonta.

—Mentir está en contra de sus mandamientos, pero en los tuyos están a favor. Es la gran diferencia —no supo cómo defenderse, y se frustra, maldiciendo por debajo.

—Es imposible que nunca te haya mentido.

—Para mi defensa, no tengo motivos para decirle mentiras, no ganaría nada. Nuestra amistad se basa en la honestidad y en la sinceridad —contesta con calma, mientras yo tenía una sonrisa estúpida.

—¿Ni mentiras blancas? ¿Nada? —Acerca su rostro a milímetros al de ella. Fruncí el ceño, y lo alejé de ella—No empecemos con los celos, Lucía. Llevamos años tratando de solucionarlo.

—Tonto —mascullo.

—Casi se me olvida, venía a contarte que Izzie está perdida —menciona sin preocupación.

Recuesta su espalda en la silla y eleva los pies hasta apoyarlos despreocupadamente en la mesa, es un gesto evidente de que la situación le resulta indiferente.

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora