50. Mi San Valentín

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Lucía

Entré a la habitación tratando de calmar el enojo que me había causado la tipa de abajo. Si no fuera alguien importante para la familia Adams, no habría dudado en partirle la cara. Sacudí mi cabeza para despejar mi mente, y continuar en lo importante de ahora.

—Terminé de cambiarme, el agua corrió hasta abajo... Estuvo incómodo— dice Nessa poniéndose la chaqueta de su equipo de básquet, de la preparatoria— ¿Por qué traes esa cara? ¿Qué sucedió? — acarició mi rostro mirándome con preocupación.

—No es nada, te traje tu comida — levanté el plato muy cerca a su cara.

—¿Qué pasó cuando me fui? — me quedé en silencio yendo a sentarme cerca a la ventana — Lu... — no terminó de hablar porque su celular empezó a timbrar — Dime mamá. Está conmigo — daba vueltas entre su cama y por donde me encontraba — ¿Qué te dijo? ¡¿Que hizo qué?! — gritó volteando a verme — ¿Te dijo el porqué? — la tipa ya se fue de llorona — Dudo que ese sea el motivo, mamá. Yo hablaré con ella.

—Llorona y débil, tenía que ser —murmuro abrazando mis piernas.

—Lucia — volteé a ver como se agachaba al frente mío — Me vas a contar lo que pasó cuando salí de ahí.

—Eso no fue pregunta —dije en voz baja.

—No lo es, ahora cuéntame ¿Por qué le pegaste?

—Solo fue un pequeño roce de mi puño contra su rostro —. No es la gran cosa. — Hasta debería de estar agradecida.

—Entonces sí es cierto — me jala despacio haciendo que me sienta en el piso, con ella — Te he repetido varias veces, si te cae mal alguien no es motivo para pegarle. No está bien.

—Te mojó a propósito, es una muy buena razón para hacerlo — crucé mis brazos apoyándolos en mi pecho.

—Ella es muy torpe, pero eso no pareció un accidente — asintió dándome la razón, sonreí de lado — ¿Por qué lo haría?

—¿Por qué no? Sería la pregunta — frunció los labios sin seguir entendiendo — Tenías un polo blanco y te mojó en tu pecho ¿Qué más intentaría hacer? ¡La respuesta está clara! ¡Te quería ver tus pechos, al frente mío! Eso es cavar tu propia tumba — me encogí de hombros.

Y una falta de respeto, grave.

—Sé que me dices la verdad, pero... Me estás omitiendo una parte ¿Qué más pasó?

—¿Por qué lo asumes? — arrugué mi frente.

—Estos años que hemos estado en la preparatoria, sé cuál es tu mirada de insidia, de maldad, enojo, tristeza, sinceridad y confusión. Te he mencionado antes que tus ojos hablan por sí solos, es otra cosa que los demás no lo sepan entender, pero yo sí sé, no puedes engañarme — parece estar orgullosa por saber leerme— Cuéntame, yo siempre voy a creerte.

—La enfrenté para que te deje de molestar, ella fingió no entender, pero luego sacó su verdadera personalidad — gruñí sintiendo ese fuego de enojo, otra vez — ¿Quieres saber por qué le pegué? Está bien. Me dijo que me engañas.

—¡¿Qué te dijo qué?! — me fui para atrás por su inesperada reacción — Espera, espera, explícame bien.

—Se aprovecha que estoy jodida mentalmente — volví a reincorporarme — Decía cosas dando entender que me engañas, hasta lo dijo con su mismo hocico. Ella mencionó algo de un chupetón.

—Lu esa marca...

—Yo te lo hice, ya lo sé — le interrumpí — No lo he hablado porque me daba vergüenza admitirlo, aparte que no lo recordaba bien hasta que Esteban no dejaba de molestarme, y logré recordar un poco.

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora