22. Verla un ratito

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Lucía 

En la última clase, lo único que nos dieron fue un examen, y como todos son unos tontos, menos yo, acabé primera y permitieron salir del instituto.

Aún quedaban 15 minutos para que sonara la campana avisando la hora de salida, pero de todos modos salí de la prepa.

Apenas había dado unos cuantos pasos hacia fuera, y noté una silueta conocida, en la esquina de la calle.

Decidí acercarme cuando confirmé que era ella. Estaba tan concentrada en su celular, que no escuchaba mis pasos.

Sonreí estando a su lado, pasé un brazo por encima de sus hombros ocasionándole un respingo, volteó y se sorprendió al verme.

Acomodé mi brazo acercándome un poco más.

—Hola — saludó ella, haciéndome acordar que debía hablar.

—¿Qué haces aquí sola? — quise saber.

—¿Por qué saliste antes de la hora puesta? — arqueó una ceja.

—Pregunté primera — solté una risa suave cuando rodó sus ojos.

— Vengo de la universidad para recoger a mi hermana.

—¿Pero por qué no entraste?

—Me gusta el clima de hoy, corre el viento de una forma que me hace sentir cómoda — respondió con sencillez.

—De acuerdo — asentí — Salí temprano porque acabé el examen rápido.

— Miller sobresaliente...

—Como siempre — completé —Te hago recordar que perdiste una apuesta, me debes algo — sonreí divertida. 

— ¿El casi beso del camerino? — esa pregunta fue a propósito para dejar de molestarla.

No te dejes Miller.

No demuestres que te acabas de poner nerviosa, sigue siendo la perra egocéntrica de todo el instituto.

—Algo me dice que deseas que te bese — hice fuerza con mi brazo, acercándola más. 

No salió como ella se lo esperaba.

Ganaste esta ronda Miller. 

—¿Quién se acercó primero? — atacó de nuevo, pero claro, no iba a dejarme.

— Tú — levanté mis hombros.

Fui yo la que busqué cercanía, lo sé.

—Estás mintiendo Miller, lo veo en tus ojos — se acercó un poco más — En pocos minutos saldrán los del instituto, y tú serás la primera en correr de aquí.

Ya no es gracioso.

—No me importa si alguien nos ve.

De hecho, tengo un poquito de miedo de que dirán de mí, pero puedo deshacerme de ellos luego.

—¿Segura?

—Siempre— le reté acercando más mi rostro.

—Lucía...

—Dime.

—¿Por qué niegas lo del camerino?

—Yo no negué nada, nunca sucedió nada.

—¿Entonces, acercarte a propósito fue por casualidad?

—Sí, a veces no me doy cuenta de lo que hago— estando consciente esta vez, me volví acercar.

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora