Prólogo

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El tiempo que me tomé para tratar de actuar como lo planeé, está valiendo la pena. Muchos años en el silencio, sobreviviendo de mi pesadilla diaria, mi cuerpo se prepara constantemente para el ataque y mi mente se esfuerza para llevarme a un mundo diferente, donde no hay dolor, aunque me dure unas cuantas horas, lo agradezco.

Cierra la puerta luego de soltar una risa aterradora, me levanto ignorando el dolor inmenso que sentía en mi cadera. Acaricio con sutileza mis piernas temblorosas.

—Tarde o temprano, esto terminará — musité con cansancio. 

Abrí la llave de la ducha, suspiré cuando el agua fría se apoderaba de mí. Odiaba tener que hacer contacto con agua casi helada, pero era lo único que me mantenía consciente. O eso creía hasta hace un segundo, donde me quebré por no poder aguantar la carga de mi pecho, soltando el llanto que llevaba guardado, y no era por el dolor, sino porque no podía pedir ayuda.

Me abrigué con un polar y salí de casa a dar un paseo en un día nublado, el viento atormentaba mi cabello; aun así, no era un impedimento para seguir mi camino.

Me detuve en el medio de un parque y miré con atención el árbol inclinado, que estaba casi apoyado de otro. Pero mi atención se desvió hacia la persona que estaba sentada en el medio de estos dos, su cabello largo y oscuro volaban con brusquedad, y algunas hojas secas caían sobre ella. Tenía un libro en sus manos, no le molestaba leer en la calle con este clima, de hecho parecía disfrutarlo más.

Es impresionante como esa persona se me suele cruzar por casualidad, luego de un capítulo de mi pesadilla. Es extraño que pueda pensar en otra cosa, que no sea irme de aquí.

Dentro de poco inician las clases y la veré más seguido, debería darme igual porque después de todo, ni hablamos. Soy un tormento para cualquiera que esté en mi vida, y ella se ve llena de paz, tanto que quisiera decirle que me regale un poco.

—Es imposible— me dije a mí misma volteando a mirar en otra dirección — Eres la mala de la historia, recuérdalo.

Seguí mi camino sin volver a mirar atrás, aunque ganas no me faltaban. No podía. Sobre pensar en "¿Qué sería si...?" Me deja con insomnio.

Tengo mi vida decidida, con una fecha limitada puesta. Nada podría hacer que cambien las palabras chiquitas.

"Estás destinada con la soledad, no es aviso, es un pacto hecho".

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora