4. Fin de año

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Vanessa

—¿Qué buscabas? — preguntó Sam mientras salíamos de la biblioteca — Parecía algo imposible.

Tenía un poco de esperanza de que Lucía recordara nuestra conversación, y no fue así. Al menos espero que haya dejado de consumir. Sé que dije que no me meteré más en cualquier tema que involucre a los ángeles, pero es inevitable.

—Unas hojas sin importancia.

—¿Hojas? —frunce el ceño confundido.

—Son temas que no entenderías —le di fin al tema mientras nos acercábamos a Madison.

Ella se veía en el espejo que colgaba de su casillero, por sus gestos parecía estar incómoda, tenía las manos en su cintura y daba medias vueltas sin parar.

—¿Siempre me veo así?

—Te ves muy bien —dije apoyando mi hombro en el siguiente casillero.

—No es así. Me he pasado haciendo ejercicios toda la noche y no hay ningún resultado.

—Entrenas toda la mañana, tu práctica de porristas son en las tardes y haces ejercicio en la noche. ¿Por qué quieres exigirte más?

—No es suficiente. Debo esforzarme más.

—Sé que te puede hacer sentir mejor —Sam rebusca en su mochila y saca un empaque de chocolates —Toma. Estás perfecta así Mads.

La pelirroja agarró el pequeño paquete y se quedó mirándolo por varios segundos. Levantó su cabeza y forzó una sonrisa.

—Nos vemos después, tengo una reunión importante — avisa alejándose — Gracias Sam.

—¿Qué clase tienes ahora? —pasó su brazo por encima de mis hombros.

—No es necesario que me cuides todo el tiempo, estoy bien — murmuré avanzando — Me toca ciencias—su risa me provocó darle una palmada en su estómago.

—Tengo mi horario libre, aún faltan dos horas para mi práctica —explica entrando al salón vacío —¿Cuánto falta para que empiece tu clase?

Lucía

—Explícame otra vez — pide Fabio sosteniendo la caja de chocolates.

—Parece como si fueras a declararte — me burlé cruzando mis brazos.

—Me gustan las rubias, nunca pasaría nada con Adams.

Primero lo duermo.

—Qué gustos tan comunes tienes.

—Tú eres rubia — aprieta sus labios.

—Pero no soy ordinaria y no caigo con la primera persona que se me cruza.

—Han pasado como diez chicos para pedirte una salida.

—¿Y qué sucedió...? — alcé las cejas con ironía.

—Los aceptaste y nunca llegabas a tu cita.

—Es porque no me interesan — levanté mis hombros sin importancia.

—Es más fácil que les digas un No.

—Lo hago para que nadie me vuelva a invitar.

—Y sí que te funcionó — musitó sarcástico.

—Cállate. Ahora concéntrate. Vanessa se encuentra en el salón de Ciencias.

—¿Cómo sabes?

—Deja de interrumpirme — gruñí — Entras al salón y le dices amablemente que quieres hablar con ella, le pides disculpas y le entregas los chocolates, lo más probable es que te comas uno para comprobar que no le has puesto veneno.

DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora