62. Confía

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La noche cargada de adolescentes alborotados por el alcohol, parecía enloquecer, su emoción por haber ganado en la gran mayoría de las competencias, se desprendió a todo dar

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La noche cargada de adolescentes alborotados por el alcohol, parecía enloquecer, su emoción por haber ganado en la gran mayoría de las competencias, se desprendió a todo dar. Sí sabemos que los "atletas" de la escuela, suelen hacer estas fiestas muy seguidas, todas tenían unas reglas obligatorias a diferencia de esta. Ya que no había ningún supervisor, estos se aprovecharon. Andaban muy centrados en su mundo que ninguno se percataba del desastre que estaban causando en la casa Wilde.

Pero a la misma señorita Madison Wilde no parecía importarle tanto, por lo bien que la pasaba con su acompañante, escondidos entre el pasadizo del segundo piso. De tantos vasos consumidos perdieron la vergüenza hasta el punto de olvidarse que solo son "amigos".

No había momento para hablar o pensar, Esteban simplemente se atrevió a abalanzarse para besarla con las ganas que tenía tiempo guardado. A ambos les pareció como si todo su entorno hubiera dado un giro completo, y en pocos segundos, sus agarres se aferraron en la ropa apegando sus acalorados cuerpos. En aquel beso intenso, se unieron sus lenguas aumentando la presión entre sus bocas.

El deseo hizo su aparición en los dos inexpertos, que no sabían que era lo que seguía, la sensación era nueva, pero les gustaba lo que apenas iniciaron a experimentar.

Sus miradas se cruzaron, sabiendo lo que estaba a punto de ocurrir. Tan solo bastó mirarse a los ojos para saber que los dos querían que esto pasara. Sus besos se intensificaban cada vez más, en un arranque no poder aguantar más, Mads lo jaló llevándolo hasta su habitación, sin decir ninguna palabra, solo se dejaban llevar por el deseo.

Esteban logró cerrar la puerta con el poco equilibrio que obtenía. Al voltear para ver de nuevo a aquella pelirroja encantadora, sé llevo la sorpresa de que esta ya se encontraba semidesnuda, pero sus manos tapaban las zonas vacías de la tela.

Esteban se acercó lentamente, directo a agarrar sus dos manos y se las colocó en su pecho. Sostuvo su mentón, y le dijo con firmeza, qué era la pelirroja más hermosa de este mundo, despertando su risa con una chispa de inocencia, una pequeña chispa que no tardó en desaparecer.

Madison bajó sus manos hasta el borde de su polo y lo comenzó a subir lentamente. Esteban entendió la señal y se dejó llevar por las manos de aquella chica, se volvieron a acercarse para besarse, y volvieron al juego de sus lenguas unidas. Olvidándose por completo de que aún había personas en la casa, estos solo se centraron en lo que su cuerpo les pedía, "pasión".

Esteban la lleva entre sus brazos y la apoya contra la mesita de noche, la deja sentada encima de este, para buscar en la parte trasera de su bolsillo un preservativo, que horas antes le había dado Fabio por molestarlo, mientras que Mads se dedica en deshacerse de aquellas dos telas que estorbaban.

El chico hace lo mismo de inmediato, mostrando un poco de desesperación. No hay ni un pedazo de tela que impida lo que está a punto de pasar.

La respiración agitada escapaba de sus labios, y no impidió que Esteban atacara el cuello de la pelirroja con varios besos húmedos, y pequeñas mordidas suaves. Sus manos recorren el cuerpo desnudo de su acompañante, conociendo sus curvas, cada espacio de ella, mientras seguía, sus manos se hacían adictivos a la piel de Madison, volviéndose más agresivas, presionando las caderas contra él.

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