Hay varios motivos por los cuales una mujer no debe dejarse llevar por las opiniones ajenas. Yo lo hice por mucho tiempo, y entendí, que yo misma era mi mejor aliento. No necesitaba de ningún chico del gimnasio para ser fuerte, aunque todo estuviera yendo de la mierda. Porque había superado varias cosas, incluso había danzado con la muerte de cerca, y ahí estaba yo, una chica normal, con unos kilos sobrantes, en un mundo de mafiosos, en donde, mi padre, era uno bastante peligroso.
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Luego de mi noche de intimidad con Gio, me llevó a un bar. Estaba cerca de mi casa, porque ese bar estaba a dos cuadras del gimnasio. El notó mi expresión de disgusto a todo y tomó mi mano.
–No quiero que nada malo te pase...¿algo que deba saber? –me preguntó, pero yo no respondí–, bien, quiero que sepas algo, por tu bien, te llevaré con un viejo amigo que me debe unos favores.
–¿Qué clase de amigo es? –empecé a dudar.
Apretó mi mano.
–¿Confías en mi?
«Por supuesto que no...» –pensé.
–Supongo que no tengo otra opción.
Caminamos hacia un bar de mala muerte y tomó mi mano con fuerza. Al entrar, chicos con tatuajes, de mal aspecto, chicas bailando al son de la música, algunas bastante atascadas de alcohol, mientras en el ambiente se notaba un olor a cigarro, orine, y sudor. Las luces led me encandilaron y los escritos satánicos en las paredes con colores fluorescentes, me hicieron querer salir corriendo. Gio me miró y en sus ojos pude ver la seriedad del asunto.
Bajamos por unas escaleras que nos llevaron lejos de la música. estábamos en un pasillo largo que llevaba a una puerta que decía: El príncipe del bisturí.
–¿Qué hacemos aquí? –Yo sudaba.
–A veces, debemos cambiar por fuera, solo para que dejen de perseguirnos –susurró. Y yo estaba apunto de decirle que no estaba de acuerdo, pero la puerta se abrió y un hombre de unos 50 años, con aspecto de indigente, nos abrió la puerta. Su barba sin afeitar, su camisa abierta y su olor corporal a alcohol, fueron la gota que derramó el vaso. –¡Guillermo!, amigo mío, cuanto tiempo.
El nos miró y terminó de beber una botella que lanzó al piso.
–¿Traes a otra de tus prostitutas para que las opere?
–¿Perdón?, ¡No soy una prostituta! –grité un poco exaltada –¿y como es eso que vas a operarme?
Gio me puso la mano en el hombro para calmarme.
-Ella es, una amiga que está en apuros. ¿Crees que puedes hacer algo?
«¿Amiga?, tuvimos sexo un par de veces, ¿no cuenta?»
–Pasen, aquí afuera no puedo evaluar a mis pacientes.
La habitación era mitad dormitorio, el cual estaba bastante desarreglado, y la otra mitad había una camilla con unas máquinas que parecían de anestesia. Habían jeringas en el suelo, sangre, y batas quirúrgicas regadas.
–Disculpen el desorden, hace poco hice un cambio de sexo a un chico. Ahora todos quieren cambiarse de sexo, ¿han visto?, son mujeres pero quieren quitarse los senos, son hombres pero quieren una vagina y narices perfectas, pero nada que el príncipe del bisturí, no pueda solucionar.
Nos miró y se tambaleó un poco. Me pareció un tanto loco.
–Si, este mundo esta al revés. Pero, el de la mafia sigue siendo igual y hasta peor –me miró con ojos expectantes –La andan buscando. Quiero que la cambies. No tan radical, pero...¿Qué puedes hacer?
Yo enseguida sentí un escalofrío en mi cuerpo.
–¿Disculpa?, yo no quiero cambiar, tampoco quiero que él me opere, ¿estás loco?
El Dr. Loco se acercó y me examinó.
–¿Quién la busca?, porque si su cabeza vale tanto, podemos hacerle un trasplante de cabeza –dijo con los ojos abiertos.
–¡Gio! –dije ahogando un grito.
Ambos rieron. El Dr. Loco tomó un cigarrillo de su bolsillo y lo prendió mientras me miraba.
–Estás en buenas manos, descuida.
–Todo mi equipo la busca –Gio estaba preocupado.
El Doctor resopló.
–Tremendo lío en el que estás metida ¿no?, pero ya se que podemos hacer.
Me hizo sentarme en la camilla y me pidió que me quitara la ropa. Yo no quise, pero el me dio un traje de baño para poder examinarme. Gio estuvo ahí todo el tiempo. El Dr. Loco con un lápiz empezó a dibujar en mi cuerpo algunas rayas donde se suponía que iba a sacar grasa. Me explicó que debía corregirme algunos defectos en mi cuerpo, incluso la nariz. Al escuchar todo, pensé que Gio si quería verme más bonita para él. Incluso cuando vi que le entregó una paga de billetes de 100$, para mi cirugía. Yo dudaba, pero también quería ser hermosa. Hermosa como Ana.
Al rato me colocó algo en la vena y se vistió para la cirugía. Una chica que no hablaba español llegó para ayudarlo y me colocaron algo en la nariz que tuve que inhalar que me fue dando bastante sueño. Cerré mis ojos, y lo último que vi en ese momento, fueron los ojos del Dr. Loco.
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Enamorada del Gym Boy |Romance Erotico+21|✔️( Libro I)
Teen FictionLucy, una chica de 18 años decide meterse en el gimnasio para bajar de peso, pero al conocer a Gio, su amor platónico, su Gymboy, descubre los placeres de la seducción a pesar de que el tiene novia. Y mientras ella intenta bajar de peso y no morir...