Leo pasó días enseñándome a disparar armas, a boxear, pelear con mi enemigo y me entrenó en las máquinas de la cabaña. A veces lo odiaba por su actitud repelente, y a veces (siempre), quería que me hiciera el amor como nunca, pero me evitaba de tal manera, que hasta ya dejé de insinuarle cosas. Yo aprovechaba el saco de boxeo para pensar que era el, Gio, Ana, su amiguita, y los tontos de Rey y Alonso. El se reía al ver mi cara de concentración fijando el blanco.
–¿Piensas que ese saco soy yo? –preguntó un día.
–No te creas tan importante en mi vida. Sólo eres un empleado de los Bonvertre – yo estaba concentrada en golpear tanto como podía.
El detuvo la bolsa y atrapó mi mano vendada con la suya. Sus ojos se fijaron en mí de forma amenazante y al mismo tiempo dominante. Se acercó tanto como pudo, a tal punto de ponerme nerviosa. La tira de mi blusa se había resbalado y el con sus dedos la subió hasta mi hombro, rozando mi piel con ternura. Su tacto dolía y me hacía sentir cosas que me maravillaban.
–Tu padre me debe mucho –dijo despacio en forma de susurro–, tanto, que puede pagarme contigo. Y te recuerdo que yo te traigo comida todos los días, te rescaté de un oso, de ser una esclava de Gio en ese casino, y ¿se me olvida algo? –su tono era sarcástico– ¡ah si!, te ayudaré a explotar el gran casino Lombardi- me tomó por la mandíbula y me hizo mirarlo– ahora, ¿soy o no soy importante para ti?
Sus ojos negros eran un enigma. Su olor a menta y sus cabellos que rozaban mi frente me hipnotizaban. Su fuerza me dominaba, el quería dominarme, quería que mi piel fuera suya, y que día y noche nuestros cuerpos se fundieran. Me encantaba que intentara intimidarme, porque yo sabía que bajo esa actitud de niño malo, había alguien muy bueno que quería hacer las cosas bien. Ángel y demonio al mismo tiempo.
–Eres...–empecé, pero no podía dar mi brazo a torcer–, ¿podemos comer?, tengo hambre.
El me soltó y se echó a reír. Secó su cuerpo del sudor y me tiró la toalla.
–No es momento de comer, sino de entrenar. ¡Vamos! –me lanzó el saco para que yo lo golpeara, y le di un puñetazo, luego otro, y otro.
Entrenamos hasta la noche. Estaba cansada. El no tenía fin, y aun así me gustaba que fuera así conmigo. Cocinó huevos con remolacha y carne. Tuve que disimular el desagrado a tal combinación, pero moría de hambre. Lo vi comer mientras me preguntaba cómo hacerle un par de preguntas ( además de preguntarle por el sobre amarillo, pero eso me lo iba a guardar para otra ocasión).
–¿Cómo sabes que no nos encontraran aquí? –dije con un pedazo de carne en la boca.
–Este lugar no está en su radar, y -me señaló con el tenedor–, te quité el rastreador, Lucy, no hables con la boca abierta.
Bebí un poco de jugo.
–¿También tienes casinos como Gio?, eres famoso ahí. Habían unas chicas que estaban obsesionadas contigo –lo reté.
El me miró impresionado, no esperaba tal pregunta. Pero me sonrió al captar el juego.
–Yo...–dudó en hablar–, tuve una misión en ese casino una vez, y rescaté a un chica.
«Ana...»
–Ella necesitaba que yo la rescatara. Estaba desnutrida, asustada, y...golpeada. Así que las reglas de ese casino es que si un hombre paga por ti, te puede llevar a que tengas una mejor vida. Venden y compran mujeres como si fueran objetos, una mierda ¿no?, por eso te apoyo en destruirlo, no me gusta que maltraten a las mujeres.
Yo no sabía que decir, sentía compasión por Ana.
-¿Quién golpeó a Ana?, debes tener mucho dinero para haberla comprado -sentí celos-, comprar a una mujer vale una masón.
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Enamorada del Gym Boy |Romance Erotico+21|✔️( Libro I)
Teen FictionLucy, una chica de 18 años decide meterse en el gimnasio para bajar de peso, pero al conocer a Gio, su amor platónico, su Gymboy, descubre los placeres de la seducción a pesar de que el tiene novia. Y mientras ella intenta bajar de peso y no morir...