Capítulo 30 : Paro cardíaco

5.1K 263 45
                                    

Abrí los ojos y estaba en un helicóptero, y para mí sorpresa, piloteaba Kin junto a uno de los hombres de mi padre. A mí lado iba Leo, muy débil y uno de los chicos, tenía una gasa comprimiendo su garganta. Su piel palideció como un papel. Me acerqué a él , a pesar del dolor. Y tomé su mano.

—Gracias por salvarme...te amo.— Empecé a llorar, a pesar de que me doliera. Perder a Leo dolía más. Su mano se enredó en mi cabello y pude sentir su respiración.

—Lu...lucy —intentó hablar, pero no podía—, per...dó...na...me. 

Apretó mi cabeza hacia su pecho y escuché su corazón. Latía cada vez más débil. Mi padre no estaba en el helicóptero pero, las imágenes de todo lo sucedido, incluso el de mi padre peleando, no se comparaban con el desespero que sentía en ese momento. No me importaba morir. Quería que el estuviera a salvó.

—Shhh, calla. No debes hablar. Todo estará bien. Me quedé dormida en su pecho y al cerrar los ojos, el mundo dio un vuelco. La respiración se me dificultaba en esa posición y la presión en mi herida aumentó. Perdí el equilibrio y Leo dejó de sostenerme, así que lo último que recuerdo fue que caí en el piso y uno de los hombres vino hacia mí de forma urgente. La mano de Leo tomó la mía, pero se volvía fría y cada vez, se volvía tan suave como un algodón. Así que por primera vez, cuando sentí que el aire no llegaba a mis pulmones, cuando dejé de escuchar el sonido del exterior y todo se volvía tenue, cuando empecé a ver el camino del famoso túnel a lo lejos de mis ojos cerrados....creo que morí.  

.....................................................................................................................................................

Muchas veces vivimos sin realmente vivir. ¿Cuántas personas se pasan la vida quejándose de sus vidas porque no consiguen hacer lo que quieren?, ¿Cuántas personas aman sin la intensidad que se debe?, ¿Cuántas personas están haciendo cosas que no les gusta y sin embargo, intentan sonreír a diario?, esas preguntas rondaron mi cabeza, en mi limbo de muerte. Y no sé porqué, empecé a cuestionarme mi vida. ¿Porqué no me había dado cuenta de todo lo que era mi padre todo este tiempo?, si Joana era mi madre biológica, ¿Quién me había criado?, yo había vivido ajena a mi realidad, y lo que me esperaba, si conseguía regresar...era la mafia. 

El sonido de un monitor de hospital me hizo despertar.  El tórax me dolía y me vi conectada a muchos sueros que me mantenían viva. Estaba en una habitación con vidrio así que pude ver doctores y enfermeras corriendo de un lado a otro.

—Despertaste. ¡Estás viva! —esa voz...recordé cuando estuve en el hospital con aquel chico que quiso matarme. Con aquel que me defendió de un oso, y al mismo tiempo me enseñó sobre el coraje. Pero en esa oportunidad, el no estaba ahí— Mi hermosa hija.

Miré a mi padre de forma diferente. Después de todo lo que había pasado, ya no era mi padre consentidor. Ahora era, Vito Bonvertre. Intenté hablar pero sentí la boca ardiendo.

—Tranquila, no debes hablar.  Te han operado apenas llegaste y estás bien.  

—¿Qué...—tragué fuerte—que pasó con Leo? 

El rostro de Vito se transformó. Como el de un padre que quiere dar una mala noticia. Y vi la duda sembrada en sus ojos. Tomó mi mano y apretó fuerte.

—Está en terapia intensiva. Lucy, porfavor, olvídate de el. Es un mafioso, uno de los mejores que he conocido. Con él no vivirás tranquila ni un día. 

Cerré los ojos y dejé caer una lágrima por mi mejilla.

—Papá, lamento mucho que no comprendas mis sentimientos —suspiré—, sé que en esto del amor, a veces uno sufre. He visto la muerte, danzado con ella incluso, y creo que...—intentaba hablar con aquel dolor—, prefiero morir, a no tener a Leo. Porque mi corazón late por el, de una forma indescriptible. No es cariñoso, pero me ha demostrado..

—Valentía, seguridad, y a parte, es muy guapo. Losé hija. Y te entiendo, apenas tienes dieciocho años, yo también los tuve. En esa edad, lo bello del exterior nos gusta, pero no sabemos lo podrida que está la fruta. Podrás conocer a otros hombres, tienes toda la vida para eso, yo mismo puedo conseguirte uno.

«Losé, mi fruta estaba podrida pero había cambiado...»

—Es que el amor no es como si lo escogieras en una panadería, o en una sala de videojuegos —el monitor empezó a acelerarse—¿crees que escogí amarlo?, simplemente, pasó —a pesar de verlo babearse por Ana, y coger con Joana—, solo...pasó.

Vito me miró serio y se sentó en el sillón. Tomó una revista y me dijo.

—No lo verás más, es una orden de padre. Y no se hablará más del asunto. ¡Bah!, amor de adolescentes —murmuró al final, cruzando los brazos.

Y así pasaron los días en donde yo no supe nada de él. Mi padre solo me contaba que todo se estaba arreglando, que Leo había cambiado la contraseña pero que había contratado a un experto para descifrar el pendrive y luego, iríamos a buscar el tesoro faltante. No sabíamos nada de Gio, Leoncio, ni mucho menos...Ana. No sabíamos si había vivido, o si había muerto. Todo era un enigma. Unos días después, cuando me dieron de alta, y mi padre fue a investigar sobre el papeleo para irnos, aproveché y le pregunté a la enfermera.

—Disculpe, cuando llegué al hospital, había un chico... uno de cabellos oscuros conmigo, tatuado, ¿Podría decirme dónde se encuentra? 

La enfermera me miró dudosa, luego subió la mirada para ver a mi padre que se alejaba de nosotras y me dijo en voz baja.

—Ese chico, el que teníamos en UCI por múltiples traumas por bala, y una alojada en la carótida del cuello...estaba complicado, la verdad muy grave—revisó  en la computadora y tecleó— ¿Cómo se llama?

—Leo...—

—Ah, aquí está. Solo habían dos pacientes en UCI. Una mujer y un hombre, pero el hombre murió cariño —dijo con tono seco y hostil. Mis ojos se abrieron de par en par y mis piernas tambalearon—, lo siento mucho. 

Aquellas palabras de la enfermera, fueron como dos arpones que me habían clavado en el pecho. Mi padre me tocó por los hombros y grité para que me dejara. Le grité cosas que no debí, porque era mi padre. Pero era a Vito, el mafioso a quien le hablaba, por haberme mentido y manipulado todo este tiempo.  Pero sentí una aguja en mi cuello que me desconectó de la realidad. Me habían drogado para tranquilizarme. 

Desperté en mi habitación. Como un día normal, como si no  hubiera pasado nada. Su imagen, fue lo primero que me vino a la mente. La imagen de su cuerpo desnudo, y de su mirada seria. Yo ya me había preparado aquellos días de hospital para lo peor, para aquella noticia. Pero había una esperanza que no me dejaba caer. Mi padre se había ido y me dejó con un escuadrón que me cuidaba día y noche. Mis heridas habían sanado, y yo me sentía muy miserable. No sabia como iba a seguir adelante, porque con Leo, se habían ido todas mis ganas de vivir. Me sentía perdida. desprotegida. ¿porqué tuvo que morir?, y lo peor de todo es que tenía prohibido hablar de él, en mi propia casa. 

Dos meses después de haber  salido del hospital,  me dieron un teléfono. Pude comunicarme con mi padre que ya había recuperado parte de sus cuentas del pen drive. Pero al parecer, Leoncio le había embaucado la mitad de sus pertenencias. Vaya Lio eso, y realmente, no me importaban ninguno de ellos. ¡A la mierda los gánster y su miserable estilo de vida!.

Enamorada del Gym Boy |Romance Erotico+21|✔️( Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora