Capítulo 28.1: Flashback 2

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Leo abrió los ojos, encontrándose en una celda amarrado con grilletes en las muñecas, tobillos y cuello. Un fuerte dolor de cabeza junto a la imagen de Lucy muerta, lo hizo decir en voz alta:

—¡Maldición,  Lucy! 

—Ah, mi hermoso Leo, has despertado. 

Leo vio unas piernas largas a través de las rejas. Aquellas piernas que había besado muchas veces. Pero en ese momento, en vez de morbo, le generaban mucha ira. 

—Me traicionaste, ¡la mataste! —dijo entre dientes.

—¿Yo?, yo jamás te traicionaría, si lo dices por el auto que explotó, no fui yo. Y para tu información, no está muerta, está más viva que nunca.  Ahora bien, sabes que no puedes pensar en otra mujer, sino en mi, me idearé una forma para asesinarla, y descuida, no la haré sufrir. 

Leo se quedó petrificado. ¿Lucy seguía con vida?, estaba aliviado de que hubiera salido del auto, pero, si Joana no había explotado el auto, ¿Quién había sido?, se le ocurrió otro nombre aunque no creyó que fuera posible. Vio como Joana se agachaba para verlo a los ojos y sintió ganas de rendirse, de dejar de luchar por todo. Estaba cansado de esa vida de asesinos y gángters. No le importaba morir,  lo único que le importaba era la vida de Lucy.

— Agua...—pidió. Su garganta estaba muy seca y no podía hablar. Le costaba incluso la respiración. 

Joana fue por agua y le dio un poco.

—Faltan unos minutos para que nos vengan a buscar. En lo que este todo listo, vendré por ti.

Pero Leo logró tomar su falda antes de que ella se volteara.

—Espera. Necesito un favor. Sé que nunca te he pedido uno pero este, es muy especial —A leo no le gustaba estar en deuda con nadie y tampoco pedir favores a personas fraudulentas, pero esta vez, se vio en la necesidad. Joana solo lo vio y levantó una ceja, en forma de interrogante—, no la mates. Debes prometerme que no la vas a matar. 

—¿Porqué haría semejante estupidez? no te debo nada, ni a ti ni a nadie —Hizo un movimiento para que Leo la soltara y cuando estuvo caminando, Leo gritó.

—¡Porque Lucy, es tu hija perdida!,  aquella niña que Vito te quitó de los brazos y te entregó otra muerta. Es la hija que siempre me pediste buscar —dudó en contarle toda la verdad, porque, cuando se enteró por los registros médicos de que era hija de Joana y Vito, lo vio como un trofeo, aunque ya todo había cambiado—, y no te la había dado cuando me pediste verla porque Vito también la estaba buscando. Así que la estaba protegiendo de el.

Con aquella afirmación, pensó que Joana no le haría nada, ya que ella le había pagado una suma de dinero elevada por buscar a su hija, y él se la había ocultado varias veces. Joana volteó con los ojos rojos y llorando, pensando en que había creado a un monstro. Pasó 18 años buscando a su hija, el tesoro más grande que había perdido, un dolor que nadie le había sabido comprender,  era un agujero en su pecho que tenia día tras día, y al ver que Leo la había tenido todo este tiempo, le dio mucho coraje. 

—Todo este tiempo la tenías contigo y ¿Me la ocultaste?, ¿A mi que siempre te di todo? —se acercó poco a poco a la celda —Sabías todo el dolor que esto me ha causado, sabías todo lo que he pasado, y aun así, ¿No me la entregaste?— Le mostró las llaves y las lanzó lejos —Jódete. Ojalá te pudras aquí, porque yo ya no te voy a salvar.

El coraje que había sentido no se igualaba a nada. Una madre que podía hacer lo que fuera por tener a su hija. Una madre que tenía una enorme herida, que a sobrepasaba los límites del deseo obsesivo hacia Leo, y este, vio las llaves perderse en las alcantarillas.

—Mierda, estoy jodido —dijo en voz baja.

Pero luego de unas horas.  Gio, Rey y Alonso se acercaron a la celda con comida y agua. El se sorprendió de que fueran ellos los que estuvieran ahí.

—No podemos dejarte morir así. Si vas a morir, que sea peleando, ¿no? —le dijo Gio.

Leo tomó agua de forma desesperada y comió apenas dos bocanadas.

—¿Dónde están las chicas? —preguntó.

Gio se agachó para hablar frente a frente. Los demás solo vieron a Leo.

—¿Porqué te importan tanto?, no merecen el esfuerzo que haces en protegerlas. Mi padre esta dispuesto a perdonarte, solo debes...hablar con el, pedirle disculpas y bueno, dejar que te muela los huesos un día —le sonrió—, pero ya estamos acostumbrados a eso, ¿no?

Todos rieron. Porque sabían lo que era eso. Leoncio los había entrenado a base de golpes y torturas. 

—¿No están cansados de la mierda que vivimos?, digo, ¿Con que fin?, Ana tal vez si, pero Lucy no merece esto, así que sí, seguiré luchando por ella, para salvarla de este infierno —miró a Rey y le sonrió de forma sarcástica— Rey, eres un maldito traidor.

—Somos dos, ¿no? —se puso nervioso al ver que Gio y Alonso  lo miraban de forma interrogante. Pero la alarma de intrusos sonó.  Alguien había entrado a la fábrica y ellos debían irse a proteger todo el cargamento. Justo al empezar a correr, Leo trató de soltarse de los grilletes pero eran muy fuertes.

—¡Esperen!, no me dejen aquí—gritó, pero los chicos no lo escucharon.

Un alboroto, ruidos, disparos y detonaciones se empezaron a escuchar. Desde lo lejos se escuchaban los gritos y peleas de los hombres de Leoncio. El estaba ansioso, atrapado en esas rejas. La puerta del pasillo se abrió de par en par y vio, a la persona que temía que estuviera cerca: Vito Bonvertre. Un hombre alto, rubio, corpulento, el doble de alto que el, y bastante fornido, vestido con chaqueta roja y boina roja con marcas negras en ambas mejillas. Llevaba una metralleta que le doblaba a una normal. Sus hombres entraron y al llegar otros hombres de Leoncio, empezó el intercambio de balas. Vito vio a Leo por unos segundos y con desprecio le dijo: 

—Como dejaste que te atraparan tan rápido. Debería dejarte aquí para  que te pudras.

Pero con su arma disparó a la puerta de la celda, y con cinco tiros más, rompió los grilletes. Leo se sorprendió de que ninguna bala le hubiera hecho daño. Vito entró en la celda y lo levantó.

—Nos vamos. En 10 minutos la fábrica entera vuela en pedazos. ¿Dónde está Lucy? 

—Creo que está en este pasillo, junto a Ana, iré por ella.

Pero Vito lo detuvo por su camisa.

—No, yo iré por ella. Tu busca a Ana, tiene información importante. De ahora en adelante, yo estaré a cargo de Lucy.

Leo obedeció a Vito. Corrió por el pasillo en busca de las chicas,  abriendo cada puerta de aquellos cuartos, desesperándose un poco al notar que todos estaban vacíos. Pero al encontrarlas, quiso salvarlas a las dos, solo pudo darle un beso a Lucy, uno que durara, porque no sabía que podría pasar de ahí en adelante. Fue por Ana, y tuvo mucha fuerza de voluntad para no quitarle los grilletes a Lucy, pero hasta ese momento, pensó que Vito aun no sabía nada de su plan. Y se marchó. 

Enamorada del Gym Boy |Romance Erotico+21|✔️( Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora