IV

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Capítulo 4
Sueños y señales

Claire

La cena en mi restaurante favorito se transformó en una larga sobremesa, conmigo preguntándole a Mike sobre su nueva novia... Una que tenía al otro lado del país y que había conocido hace tres años, durante una misión en territorio humano, en Australia. La misma por la que quiso liderar otra misión; la de escoltar a mi madre a ese país, con la idea de buscar a la chica y pedirle su teléfono, con suerte. Resultó ser que no la encontró; investigó, todo un obsesionado, pero no hubo caso.

Liderar esa misión fue lo que provocó que se quedara atrapado en el lado humano después de que los límites se cerraron.

La cosa es... Debido al destino o algo así, volvió a verla en un viaje dentro de Estados Unidos, porque la chica vivía aquí, solo había estado de vacaciones en Australia. El reencuentro ocurrió por casualidad hace tres meses, cuando Mike visitó un hummon de Atanea que vivía en California por el momento.

Actualmente era su novia, se llamaba Rosie y, claro está, era humana. El hecho de que se hubieran reencontrado con tan bajas probabilidades era una señal... o eso repetía Mike.

Rosie todavía no sabía que Mike era un más que humano. Mi amigo le tuvo que inventar toda una historia sobre que vivía en una granja heredada de sus padres fallecidos, y que se había unido una fuerza misteriosa de la cual no podía hablarle.

La primera parte era mentira: los padres de Mike estaban vivos y en Atanea..., probablemente desesperados por verlo otra vez. Y Mike no vivía en ninguna granja.

La segunda parte de su historia sí era verdad. Mike logró involucrarse con la CIA, porque algunos humanos importantes de esa organización sabían de la existencia de los hummons.

Hasta hace poco, solo los reyes y presidentes tenían conocimiento de que existían humanos que sabían de la existencia de los hummons. Nosotros nos enteramos hace unos meses, cuando buscaron a Mike para reclutarlo. Incluso, algunos hummons eran líderes de esa organización. Hummons que escogieron vivir en este lado por elección desde hace muchos años.

Mike recibía un sueldo por ir a misiones que para muchos humanos eran muy riesgosas. A Mike y otros como él a veces se les pasaba la mano con sus capacidades sobrenaturales, y era por eso que surgían noticias de alienígenas.

Me inquietaba que Mike no le dijera la verdad a Rosie, porque temía que mi amigo acabase con el corazón roto, pero Mike me repitió al menos diez veces que todavía no era el momento.

¿Había un buen momento para esas cosas? No lo creía. Conmigo no tuvieron esa consideración cuando me enteré de que los hummons existían y habitaban en tierras invisibles para los humanos... Pero supongo que tal vez Rosie tenía más suerte que yo y Mike podría ir diciéndoselo de a poco.

A esa altura de la conversación, Rayna y su sugar daddy estaban ya sentados en la barra con su cuarto o quinto vaso de destilado; los dos como ebrios embobados.

—¿Y Rosie nunca vendrá a verte? —le pregunté a Mike, haciéndole una seña al camarero para que me trajera otro vodka naranja.

Con Rayna había aprendido a beber alcohol. Todo comenzó en una fiesta universitaria donde ella me insistió para que la llevara. Rayna, mi salvaje amiga hummon, mujer experta en cuchillos, armas y en derramamiento de sangre, en una fiesta universitaria humana. No es difícil adivinar cómo acabó: Rayna golpeando a cinco chicos de cursos superiores porque uno le susurró algo sucio al oído.

¿Qué hice yo? Nada. Estaba demasiado ebria después de probar con entusiasmo el tequila.

Desde entonces el alcohol y yo nos hicimos buenos amigos. No en el sentido de ser alcohólica.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora