XXI

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Capítulo 21
Que la mejor seas tú

Me apoyé en un codo sobre el colchón mullido cuando Theo abrió los ojos; el párpado derecho ya casi se le había sanado por completo.

Su mirada parda analizó el lugar y el contexto donde se encontraba, y finalmente me observó; me detalló el rostro, siguió por mi cuello, saltó a mis brazos expuestos, y bajó hasta los pies envueltos en calcetines suaves. Yo sabía que buscaba alguna herida en mí, pero además de unos raspones y unos moretones repartidos por aquí y por allá, no tenía nada grave. Las lesiones sangrantes ya habían cerrado gracias a la rápida recuperación hummon. Las suyas estaban en la última frase de cicatrización.

Theo levantó sus dedos largos y me acunó la cara.

—Princesa... —Tragó, y yo esperé. Se tomó un momento mientras pasaba el pulgar por mi labio inferior—. Todo esto, todo tiene una razón —aseguró ronco.

Apreté mi mejilla contra sus dedos.

—Comienza a explicármela.

Theo inspiró profundo y se sentó en la cama con la mandíbula apretada. Abrió un brazo para mí, pero me retuve a sucumbir a su cuerpo tibio; eso le ensombreció el rostro.

—Bien. —Bajó la mano hasta posarla sobre la mía y me giró la muñeca. Vio la frase del brazalete que él me había regalado—. Ardat es un puto dios bastardo de mierda —comenzó directo. Sentí vértigo, pese a que ya sabía eso—. Tuve dos opciones para elegir: buscar Elementos para él, o que el mastodonte destruyera el maldito mundo, contigo incluida. —Se relamió el labio inferior y frunció el ceño. Conectó la mirada conmigo—. Le daré los putos Elementos para que meta su maldito culo en el Olimpo, y que los dioses inútiles se destrocen entre ellos.

—Pero, Theo...

Él negó con la cabeza.

—No me importa, Claire. —El músculo de su mandíbula saltó—. No me importa con tal de que tú, mi padre y los que quiero estén a salvo.

Abrí la boca de nuevo, pero Theo se adelantó y me contó todo lo que le había ocurrido, la verdad esta vez. Me describió a Ardat, lo que percibió de él, la niebla, la dificultad para herirlo o atacarlo. Su aspecto, la sensación negativa que dejaba en el aire, cada palabra dicha, y las emociones que el dios dejó expuestas.

Me explicó cómo Ardat lograba controlar a hummons susceptibles en la superficie, y cómo de esa manera había convertido a Krishna en su títere más útil y despiadado.

No me pudo decir nada de esto antes porque, de enviar un grupo de guerreros a Kaltos para detenerlo, que es lo que haría el Consejo si se enterara, Ardat nos mataría a todos, y no quiso arriesgarse a decírselo a nadie, ni siquiera a mí. No quería que me sintiera culpable.

Me contó sobre el trato, las opciones que le dio, que se resumían en que aceptara o que destruyera el planeta, y que comenzaría conmigo y que a él lo dejaría para el último para que sufriera más. Y que en caso de que Theo buscara la forma de herirlo, Ardat volvería a destrozar el planeta a punta de terremotos.

Tras su relato, tuve que levantarme a tomar agua, a mojarme la cara y a respirar.

La guerra con Krishna solo había sido la punta del iceberg; fuimos ilusos al pensar que matándola se acabarían los males. Ardat solo estuvo ganando tiempo y terreno con ella, para reunir la fuerza suficiente y encerrar a Hades. Y no solo eso; quiso controlar a todos los reinos posibles para tener libre el camino para buscar los Elementos. Como no le resultó, asesinó a millones con los terremotos y maremotos. Y ahora estaba usando a Theo.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora