XVI

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Capítulo 16
El trato secreto

Theo

Kaltos, hace cuarenta y ocho horas.

El bastardo se acarició la frente, pasándose el dedo por el leve cráter de bala.

—Suficiente —repuso con una calma que me exasperó todavía más.

—¡¡Dime qué mierda quieres!! —rugí, pero no disparé más. Iba a guardar las balas que me quedaban.

—¿Qué estás dispuesto a hacer para salvar a tu preciosa heredera rubia?

Silencio.

Mi cuerpo dio una sacudida.

—Vuelves a nombrarla de esa forma y te juro por mi maldita vida que estoy dispuesto a lo que sea con tal de meter este reino infernal entero por tu culo.

Tenía ganas de hacer eso de todas formas, porque era un asesino de mierda. Pero esto era una negociación que debía abordar con inteligencia... y control. Puto control.

—Hay una manera de llegar a mis hermanos sin tener que destruir a sus preciadas creaciones, porque, sinceramente, sería una lástima. En fin; Krishna debía ganar territorios para encontrar lo que necesito, pero ustedes y su bendita heredera arruinaron todo...

—¡Ya lo dijiste, mierda! ¡Habla de una puta vez!

—Eres un desagradable estúpido..., ¿lo sabías? —Se acarició la barba platinada.

—Y tú eres un psicópata bastardo, pero somos lo que somos —le escupí.

Eso pareció divertirlo.

—La llave del Olimpo está conformada por los Elementos de dioses —prosiguió, metiéndose en ese semblante pensativo que me sacaba de quicio—. Están escondidos por los reinos, mis medios hermanos fueron minuciosos en resguardarlos.

Mi pecho subía y bajaba.

—¿Y? —Rechiné los dientes—. ¿Por qué no mandas a uno de tus muchos esclavos que tienes aquí a buscarlos? ¿Me ves cara de un puto niño explorador?

Pestañeó pesado y rodó los ojos. ¿Qué se creía?

—Eres un tarado. —Se arregló el cuello de su ridícula túnica—. Yo no puedo subir a la superficie. Puedo hacer que un hummon de esta ciudad emerja a la superficie cada, más o menos, cinco años, por el campo divino que el idiota de Hades asentó y todavía quedan restos, como un desagradable virus. No he podido quitarlo. Solo los forasteros como tú pueden salir.

Le mantuve la mirada hasta que continuó:

—Son catorce Elementos. Uno por cada dios que creó cada una de las extensiones, incluyendo esta. No te preocupes, Jatar, no necesito los catorce. Con menos de la mitad ya podré formar una llave para el Olimpo. Solo con seis, exactamente. Fácil, ¿no te parece?

—Lo único que me parece es que eres un imbécil. ¿Qué esperas hacer una vez dentro del Olimpo? ¿Matarlos a todos? ¿Volver a los hummons tus esclavos?

Ardat soltó algo parecido a una carcajada idiota.

—Tomar el lugar que me pertenece al ser el dios más poderoso, ya te lo dije. —Juntó las manos en la espalda.

La quijada me palpitaba.

—¿Y el planeta? ¿Los hummons y los humanos?

Ardat ladeó la cabeza.

—Eres adorable.

En mi puta vida me habían dicho algo más asqueroso y absurdo que eso.

—Te puedo demostrar lo adorable que puedo ser destruyendo este maldito hoyo.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora