Capítulo 8
KaltosTheo
La ciudad se extendía hasta más allá de lo que podía ver, como si la hubieran construido sobre un enorme cráter bajo tierra. Desde donde yo estaba, en una clase de monte de arena rojiza por el cual me arrastraban, diferenciaba una laguna de color gris, y alrededor, casas.
Casas.
No solo había gente, personas, hummons ahí abajo, sino que tenían una ciudad, una puta ciudad con construcciones, pequeños edificios, calles estrechas y retorcidas, todo bajo una neblina gris.
Una extensión de la que ningún reino tenía real conocimiento. ¿Cuánto llevaban ahí abajo? ¿Décadas? ¿Siglos? ¿Milenios? ¿Cómo putas sobrevivían sin la luz del sol?
Las construcciones tenían terminaciones agudas, hechas de piedras negras, grises, marrones, o más colores apagados.
El que me arrastraba de los pies me daba la espalda; llevaba una de túnica negra de cuero, y un pañuelo oscuro en la cabeza que le cubría hasta la nuca. Sea quien fuese, sea lo que fuese, le iba a arrancar las bolas.
Pese a mi vista desarrollada, no lograba diferenciar los rostros de los seres que caminaban en las calles más abajo. Tampoco podía moverme en lo absoluto. Era peso muerto. Inútil.
Cuando pasamos sobre un conjunto de rocas incrustadas en la arena rígida, reboté por encima de una y luego contra el suelo dos veces, lo que hizo que mi vista quedara en otro ángulo y pudiera mirar hacia atrás.
La silueta femenina que venía detrás arrastraba a Keyla, y también llevaba una especie de pañuelo que le cubría toda la cara, excepto los ojos, cuyos iris eran color rojo sangre.
Color de mierda para un par de ojos.
Habían dejado al resto del equipo el suelo de la caverna, inmóviles.
Un sendero estrecho se dirigía hacia abajo, abriéndose en varios senderos a la vez, pero los imbéciles doblaron hacia otro lado y entramos a un pasillo oscuro y húmedo.
Intenté ordenarle a mi cuerpo que se moviera unas cien veces, pero no lo logré antes de entrar a una zona más amplia e iluminada con fogones en las esquinas. Me dejaron en el centro junto a Keyla. Los que nos arrastraron desaparecieron por una puerta hecha de piedra pura.
El aire era tibio y pesado. El piso, caliente, duro y liso bajo mi mejilla, estaba agrietado en algunos puntos, y por allí crecía una vegetación negra y rara.
Intenté moverme otra vez, pero ninguna de mis putas fibras decidió ser útil. Alcanzaba a ver el rostro de Keyla, y ella tenía los ojos ampliados de rabia, y tal vez estuviera asustada.
Las siluetas regresaron
—El Señor solo lo quiere a él —informó la silueta femenina.
No podía creer que esas cosas hablaran mi idioma.
—¿Y qué se supone que haremos con el resto de los invitados? —Hubo burla en la voz masculina.
—Pues muévanlos a los calabozos, yo qué sé. El Señor no dio ninguna indicación con respecto a eso.
—¿Por qué no me extraña? —bufó el hombre. Ya estaban más cerca.
—Insolente —chistó la fémina.
Los oí detenerse a mis pies.
—Hora de una reunión, guapo —anunció ella, y entonces me tomó de un puto pie y comenzó a arrastrarme... de nuevo.
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Corona celestial
FantasyLibro III Saga Atanea. -Borrador-. Bajo la tierra, donde la lava palpita, saluda un nuevo reino. Una tierra desconocida. Un lugar inexplorado. Un gobernante sepultado. Ardat puede convertir lo bueno en malo, el amor en desesperación y los deseos en...