XXII

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Capítulo 22
Ayuda extra

El heredero de Poseidón, Okke, se estaba duchando cuando toqué la puerta de la habitación de invitados. Para mi sorpresa, la que abrió y me dio esa explicación fue Rayna.

—Dime que Okke es lo suficientemente mayor. Ayer se veía demasiado joven para ti —me burlé, pero ella estaba seria, vestida de negro, con sus cuchillos listos en las correas y el pelo tomado en un moño alto. No cabía posibilidad para pensar mal sobre esta escena.

Rayna se rio falsa y empujó la puerta para que pasara.

Me senté en la cama a esperarlo. Se escuchaba el agua correr. Rayna pateó una silla y se sentó en otra. En una mesita redonda estaba el desayuno para Okke, y ella se lo estaba comiendo.

—¿Estás bien? —pregunté con cuidado.

—No.

Se metió un pan con huevo y tocino a la boca.

—Esa fue una pregunta estúpida —gruñí para mí misma.

—Rion escapó —continuó sin que se lo pidiera, así que me quedé callada para que continúe—. Debí subirlo al bote y enterrarle los cuchillos hasta que solo quedaran restos de él, como le prometí.

Me removí.

—Theo lo golpeó bastante, tú todavía más... Quedó mal herido en el agua en medio de un temblor fuerte... Estuvo metido en unos remolinos raros... —No podía creer que estaba siendo optimista respecto a la posible muerte de alguien que no fuera Krishna o Ardat—. Y las estalactitas estaban cayéndose. Eran muy afiladas...

Rayna negó vehementemente mientras sorbía un poco del zumo de Okke.

—Esa porquería de hummon no se va a morir con eso. Lo vi luchar. Y he visto su maldito cuerpo; como humano ya me parecía una roca. Pero como hummon... Y aliado de un dios... —Siguió moviendo la cabeza con desdén—. No creo que esté muerto. —Dejó el vaso sobre la mesa con fuerza y se quedó mirando un punto fijo.

Hice una prudente pausa antes de preguntar:

—¿Te gustaría de verdad que esté muerto?

No respondió de inmediato. Lanzó la galleta que había tomado y se levantó. Caminó hacia la ventana y la abrió; se apoyó en el marco e inhaló hondo.

—Me entregué a él. —Me daba la espalda; tomó esa posición para sentirse más cómoda—. Después de todo lo que pasé, de lo que quedó de mí luego de... —Los músculos de sus hombros se contrajeron—. Decidí confiar en un hombre otra vez. Y fallé. Me equivoqué como una idiota imbécil, como si no hubiera aprendido nada. —Sus manos apretaron el borde dorado de la ventana.

Miré hacia el techo y me obligué a mantener a raya la sensación aplastante en mi pecho. Rayna me necesitaba más fuerte que nunca.

—Tú no fallaste, Rayna. Él te falló —pronuncié con toda la convicción que Rayna se merecía oír—. No es en ninguna medida tú culpa que ese enfermo sea tan maldito. Eres lo contrario a idiota e imbécil. Eres la hummon más perspicaz que conozco.

Ella me miró rápido; algunas sombras paseaban por su rostro, sombras que ella escondía bien y pocas veces exponía para alguien.

Al menos yo podía ser ese alguien para ella.

—Mereces todo, absolutamente todo lo mejor —proseguí—. Mereces quererlo muerto, pese a que hayas llegado a estimarlo.

Una de sus cejas se sacudió.

—Y yo te ayudaré a matarlo si es que trabaja con Ardat por elección y si sobrevivió en la caverna —prometí con las manos empuñadas. Ella rechinó los dientes—. Pero no pienses que la venganza es lo único que la vida tiene para ofrecerte, por favor.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora