XXXI

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Capítulo 31
Carrera monárquica

Un par de horas más tarde, avisaron que Shira fue trasladada al hospital de Casterra, el reino medieval, porque obtener el cinturón de Afrodita sin tener a ningún heredero con ellas resultó más allá de complicado.

Rayna envió un mensaje al grupo del equipo: «Esa estúpida de Afrodita inmunda está loca. Dejó el cinturón en "el puente de los enamorados", dentro de una roca milenaria color rosa. En cuanto la rompimos para sacarlo, aparecieron mini cupidos enloquecidos, y nos dispararon ¡flechas! Keyla cayó por el puente. Esas cosas ridículas y chillonas casi matan a Shira».

Sabíamos que obtener un Elemento era más fácil con un heredero, para así controlar la descarga defensiva divina, pero tampoco es que tuviéramos mucho personal o tiempo.

Keyla acabó algunas heridas menores, y Rayna con una lesión en el brazo.

Max viajó directo hacia allá con la excusa de traer el Elemento mientras ellas se encontraban en el hospital, pero todos sabíamos que era para asegurarse de que Rayna estuviera realmente bien.

Si todo salía bien, habríamos conseguido ocho de catorce Elementos, y con eso evitaríamos que Ardat subiera a la superficie; él tenía en su posesión solo cinco, le faltaba uno. Lo que no podríamos evitar era las consecuencias que eso traería, por ejemplo, los terremotos que desataría. Por lo que planeábamos esperar a que se abriera otra grieta enorme para ofrecer un par de Elementos como carnada, y entonces bajaríamos por él.

No era el plan más conveniente, pero era eso o permitir que nos hundiera. Teníamos esperanza en que los tres herederos pudiéramos tener algún efecto nocivo en él, más la ayuda del resto del equipo, y de los guerreros de diferentes reinos que tendrían que unírsenos una vez que todo estuviera demasiado mal y se dieran cuenta de que los de Kaltos no habían salido solo a respirar.

Actualicé la lista para ordenar mi mente.

Mientras esperábamos que ellas regresaran esa noche, el Director de Ataque, Uriel, me buscó en la biblioteca de la mansión de Atanea, donde yo planificaba lo del siguiente día con Theo

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Mientras esperábamos que ellas regresaran esa noche, el Director de Ataque, Uriel, me buscó en la biblioteca de la mansión de Atanea, donde yo planificaba lo del siguiente día con Theo.

—Princesa. —Uriel asintió en mi dirección una vez que cerró la puerta detrás de él—. Jatar. —Movió la cabeza hacia Theo—. Buenas noches.

No era raro pensar que Uriel era el jefe de Theo; su forma educada estaba cargada de esa arrogancia divertida que muchos de los del Departamento de Ataque tenían en común.

—¿En qué puedo ayudarte? —le pregunté tapando con disimulo la selección de trajes tácticos para una inminente visita a Kaltos.

Theo apoyó la espalda en la silla.

—Su madre ha recibido su último mensaje —informó Uriel, parándose recto y al mismo tiempo relajado—. La princesa Isabella demanda que cruce al lado humano y que la llame cuanto antes; añadió que ha pasado demasiado tiempo sin escucharla.

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