XXIII

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Capítulo 23
Animales sagrados

El rey Tyrone alzó ambas manos hacia los costados.

—¿Decías que no eras el heredero? —Curvó las cejas pelirrojas—. Yo creo que eres un esplendoroso heredero.

Okke tenía la boca abierta, mirando fijamente su brazo, como si de repente le hubiera salido otra mano. Inago movía la cola de lado a lado. Mike, Rayna y yo volteamos la cabeza hacia el rey Tyrone.

—¿Vas a explicar cómo estabas tan seguro de que ese movimiento funcionaría o será otra cosa que te guardes para ti mismo? —No sé si la pregunta me salió con acusación o con recelo. Tal vez ambas.

—Estoy intentando no entristecerme por tu continúa desconfianza —contestó con una delicadeza que le hacía contraste a su gran contextura.

—Tú te ganaste esto —le siseó Rayna—. Deja de llorar.

—Te concedo eso, mi buena guerrera. Lamentablemente algunas situaciones me han pasado la cuenta —otorgó para ella. Una parte de mí se sintió muy mal por Tyrone.

—Lo que tú digas —ironizó Rayna. Tyrone sonrió un poco y comenzó su explicación:

—No estaba seguro. Solo acabo de probar una teoría. Te comenté que los Elementos están cargados de energías de dioses y actúan como potenciadores, ¿recuerdas? —Me miró y yo asentí—. La energía del dios se conecta con la de su heredero, y la propulsa. Tómenlo como una descarga eléctrica. El uso el tridente acaba de despertar apenas una chispa de Okke. —Entrelazó los dedos y los posó en el regazo—. Siguiendo con las teorías, existen otros potenciadores. —Miró hacia Inago—. Pero aun así, se requiere bastante entrenamiento para llegar a tu nivel. —Me apuntó.

—¿Cómo sabías que son potenciadores? —Ladeé la cabeza—. Apenas sabías algo de los Elementos de dioses. ¿De dónde sacaste la teoría?

Tyrone curvó las comisuras con tristeza ante mi segunda pregunta desconfiada. Mike se cruzó de brazos y abrió más las piernas.

—De los libros, y porque vagos recuerdos al respecto, ya sabes de dónde. —Se refería a sus vidas pasadas. El resto me miró, pero por el bien del secreto divino de Tyrone, los ignoré—. De todos modos... —Alzó el dedo índice hacia Okke, quien seguía conmocionado, con el tridente enterrado en el césped frente a él—. Me parece maravillosamente oportuno que pudiéramos comprobar la teoría.

Okke alzó la mirada hacia nosotros.

—Mi brazo se puso azul —susurró sin aire.

Mike soltó una carcajada, pero se obligó a enseriarse de inmediato.

—Es solo una pequeña parte de lo que hay en ti. —Tyrone caminó hacia el banco más cercano y se sentó allí con infinita gracia, echando su capa blanca a un costado—. Deberás recibir arduo entrenamiento, amigo mío. Me temo que estamos contra el tiempo.

—Eso he estado intentando con él —masculló Mike, y le sonrió acusatorio a Okke.

—No solo entrenamiento físico, también mental —aclaró Tyrone.

Asentí.

—Yo lo ayudaré.

Tyrone me sonrió inhalando aire.

—Qué suerte tendría Okke de tener una entrenadora como tú, pero no, mi gran princesa, nosotros debemos ocuparnos de cosas más urgentes. —Se puso de pie.

—No la llames «tu gran princesa». Theo te matará —refutó Mike, ceñudo.

Me reí al mismo tiempo que el rey Tyrone.

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