Capítulo 19
FítregUna isla en medio del océano pacífico. Un reino con una ciudad grande, y tres localidades pequeñas en zonas de difícil acceso. Isleños gozando de una vida tranquila. Pesca, botes, productos y artesanías del mar. Un hermoso volcán inactivo en medio de la isla. Casas construidas sobre el agua, con sus propios muelles y redes. Muchas tradiciones y leyendas relacionadas al océano. Esculturas de Poseidón en cada plaza. Y vegetación digna de una isla: cocos, piñas y flores únicas. El reino Fítreg, el reino del agua.
—Qué asco el olor a pescado —siseó Rayna quitándose los lentes oscuros cuando pasamos cerca de unos puestos de venta de mariscos frescos.
Keyla se había dirigido a Grassie por si lograba encontrar a Theo primero, y yo llamé a Rayna antes de que me acusara de «divertirme sangrientamente sin ella». También contacté a Mike para que acompañara a Keyla.
La población de Fítreg comenzó a reconocerme poco a poco, pero en vez de mostrarse eufóricos y rígidos como sucedía en los reinos guerreros, aquí se limitaban a saludarme alegres y a ofrecerme todo tipo de cosas.
Avanzamos por la calle junto al muelle y al mercado, y para el final de este, ya tenía los brazos llenos de regalos; llaveros con forma de almejas, collares de perla, un anillo con forma de molusco, un accesorio para el pelo con forma de estrella de mar.
El rey Tyrone, tres pasos delante de mí, se mostraba casi extasiado ante cualquier regalo que quisieran hacerle; sin duda tenía mucho más talento que yo para esto. Rayna solo aceptó los regalos que fueran comida, excepto pescado, así que iba masticando unas gomas ácidas con forma de caballito de mar.
Cuando pasamos por el último puesto del mercado, escuché a mis espaldas:
—¡Reina dorada, reina de Atanea! —gritó una mujer, y a ella se le unieron más voces repitiendo lo mismo.
Paralelamente, estallaron otras:
—¡Rey Max Bourne! ¡Rey supremo!
—¡Príncipe Ethan para rey! —chillaron unas cuantas.
Me quedé perpleja. ¿En qué maldito momento el conflicto monárquico de Atanea se había vuelto tan público? ¿Los tres éramos candidatos? ¿Y por qué diablos asumían que mi abuela moriría pronto?
No podía con eso ahora.
Tyrone, siempre más carismático que yo, les sonrió amplio, puso una mano en mi espalda, y me instó con disimulo a seguir caminando.
Rayna se quedó allí y, antes de seguirnos, les aulló:
—¡Claire es la única opción! —Me devolví inmediatamente para agarrarla de la muñeca y llevarla conmigo—. ¡Todo el resto es basura! ¡No sean idiotas! ¡Brutos! —siguió gritando hasta que estuvimos lo suficientemente lejos.
Por supuesto que quedé con los pómulos color rojo fosforescente.
Cruzamos por un largo puente que nos llevó una construcción de tres pisos sobre un pequeño islote, hasta las puertas de la biblioteca presidencial. Allí nos esperaba la presidenta de Fítreg: Amnia.
Era una mujer de piel bronceada y tono melaza, pelo castaño y ojos rasgados color verde agua; escogida democráticamente ese mismo año por la población. En Fítreg no existía realeza más que algunos condes y duques.
Recordé que ese era el reino origen de Grace, la prometida de Finn.
Después de los saludos formales, el rey Tyrone no tardó en explicar lo que necesitábamos averiguar; quién era el heredero sanguíneo de Poseidón. No le revelamos a la presidenta Amnia toda nuestra razón de fondo; omitimos toda la parte de Ardat, el dios errante, y su búsqueda de Elementos.
ESTÁS LEYENDO
Corona celestial
Viễn tưởngLibro III Saga Atanea. -Borrador-. Bajo la tierra, donde la lava palpita, saluda un nuevo reino. Una tierra desconocida. Un lugar inexplorado. Un gobernante sepultado. Ardat puede convertir lo bueno en malo, el amor en desesperación y los deseos en...