XXVIII

291 33 3
                                        

PARTE 3
Virtute siderum tenus
«Con valor, hacia las estrellas».



Capítulo 28
El heredero perdido

Ardat iba ganando, y eso me mantenía en un constante estado de ira. Sin agregar lo ocurrido la noche anterior en Azgar. Arturo se encargó de ordenar discreción con respecto al ataque de los kaltianos.

El hecho de los kaltianos emergiendo era cada vez más de conocimiento público, pero nadie además de nosotros sabía por qué me atacaron o por qué se mostraban tan violentos después de milenios enterrados.

Mi boca soltó una exclamación de alivio cuando Rayna apareció por la luz azul del portal que conectaba con Azgar; me habían informado de que estaba viva, y que fue rescatada en una ladera de una montaña nevada, pero hasta que no la vi en una pieza no pude respirar.

La abracé con fuerza.

—Solo nos separamos un día. No seas intensa —siseó mi amiga.

—Lo sé. —No quería soltarla, pero ella me alejó tomándome de los codos. Max Bourne apareció detrás de ella.

—El Elemento no estaba en ese maldito lago —anunció Rayna—. Dejaron un agujero en el agua congelada. Estoy segura de que el lunático de Rion se nos adelantó. Él nos hizo caer. Voy a reventarlo, te lo juro.

—Lo sé. Sé que fue Rion. —Las lágrimas amenazaron con aparecer al recordar el miedo que tuve por que estuviera muerta, pero me aguanté.

Rayna y Max se dieron una mirada más larga de lo normal. Los pómulos de mi amiga se colorearon, aunque ella permaneciera con actitud afilada.

Me encontraba demasiado afectada como para emocionarme por ese gesto entre ellos. Parecía que Max no quería marcharse de su lado.

—Adiós, Bourne. Ya no te necesitamos —dijo ella.

Max le dio un último y lento repaso a Rayna, y sus rasgos se enfriaron cuando me miró.

—Voy a reponerme, y luego vamos a hablar de esto. ¿Entendido?

Me limité a chasquear y a agarrar el brazo de Rayna para marcharnos.

—¿Cómo sabías que el enfermo de Rion se llevó el Elemento? —interrogó ella al caminar por el sendero hacia la mansión.

Le conté todo, cada detalle de lo ocurrido. Rayna escupió unas veinte maldiciones y otras quince promesas sangrientas, unas cuantas para Theo.

—No es su culpa. Yo sé. Pero necesito...

—Espacio, es lógico. No te sientas mal por tener sentimientos —espetó Rayna con tanta obviedad que me sentí un poco mejor.

—Oye, Rayna...

—¿Qué?

—¿Te quedaste toda una noche con Max Bourne, aislados? ¿Cómo fue eso?

Mi amiga aceleró el paso. Madres. ¿Estaba nerviosa?

—Básico. Su estúpida cara de estirado preguntando si era Rion el que nos hizo caer. Además de petulante, es un metido —habló por un costado de la boca.

—Me dijeron que se resguardaron en una cabaña por una tormenta...

Rayna caminó todavía más rápido.

—Sí, ¿qué tiene? Oye, necesito bañarme urgente y ver a mis hermanos. Te veo después. —Hizo ademán de desviarse por uno de los caminos que terminaba en la calle cerca de su casa, pero le tomé el antebrazo.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora