EPÍLOGO

304 59 19
                                        

Tyrone

Este humilde mensajero de dioses los llevará a echar un pequeño y último vistazo. ¿Dónde estoy yo, exactamente? Eso no es importante. Lo interesante es lo que les mostraré a continuación; estoy seguro de que su curiosidad se encuentra tan ávida como la mía.

Comencemos en Séltora, en un campo de entrenamiento situado sobre una planicie rodeada de vegetación selvática. Claire y Theo están de visita allí, pero no fueron solos; una pequeña niña de cabello oscuro y ojos castaños anuncia que está lista para entrenar con el alicornio. Detrás de ella, la sigue su hermano, un pequeño rubio de ojos pardos, enfurruñado porque a él todavía no lo dejan montar.

Finnick, el preadolescente y futuro rey de Séltora, ayuda a la hija de Claire y Theo a subirse al alicornio.

En cambio, Theo toma a su hijo menor en brazos cuando este comienza a protestar, asegurando que lo puede hacer mejor que su hermana. Theo lo convence de que practicar puntería con un arco y flecha de juguete es muchísimo más útil.

El niño no se muestra para nada convencido, pero desde el castillo de Séltora sale su abuelo, Arturo, y le regala un arco nuevo a su nieto, uno más grande que el que ya tenía. Los tres Jatar, uno de cada generación, acababan riéndose a carcajadas por los comentarios durante el entrenamiento; no se sabría decir cuál es más creativo, irónico y burlón para sus respuestas.

Con la brisa poniendo algunos mechones en su rostro mientras observa, Claire se siente adicta a esa imagen de Theo siendo padre, el padre de sus hijos. La imagen del gran Arturo Jatar siendo un abuelo preocupado, paciente y cariñoso es otra imagen de la que nunca podría cansarse.

Solo quita la mirada de ellos para concentrarse en sostener a su hija desde un costado del alicornio. Finnick le da instrucciones pacientes a la pequeña, de la misma forma que Finn le enseñó a Claire una vez a conectar con sus capacidades.

Algunas plumas azuladas vuelan en el aire cerca de ellos, captando la atención de la reina de Atanea. Pueden ser de los loros que abundan en el reino. O tal vez... ¿Quién sabe?

—¿Todo bien? —le pregunta Grace a Claire cuando se acerca para tenderle un vaso de limonada fresca y dulce.

Claire observa a su familia, luego contempla el cielo, y finalmente a la madre de Finnick. La felicidad de tener a sus seres reunidos siempre está acompañada de la nostalgia por no tener presentes a los que se han ido.

—Todo está perfecto —responde ella al atrapar una pluma azul claro que pasaba cerca suyo—. Tan perfecto como podemos estar.

Trasladémonos un poco más allá, a una de las islas humanas en el límite de Atanea. El joven de pelo castaño y ojos avellana está allí.

Mike Johnson está regresando, sonriendo amplio y rejuvenecido y fresco. No pareciera que ha pasado por dos guerras y un semi apocalipsis.

Lo suyo Rosie fue una apasionada y turbulenta aventura llena de altos y bajos que no duró más de un año y medio, me temo; nunca terminaron de encajar, de ponerse de acuerdo, de tener la suficiente confianza, pero a veces —la mayoría de las veces, más bien—, las cosas no resultan como planeamos porque nos espera algo mejor.

Durante los años con los límites cerrados, mientras el núcleo se estabilizaba, Mike se dedicó a vivir a tope en el lado humano; logró visitar cada país, se apasionó de ciertas culturas, conoció gente, tuvo más amores fugaces, y más amigos. Creció en sentidos que antes le había sido imposible explorar.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora