XVIII

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Capítulo 18
Elementos

Keyla le relató lo mismo que a mí. Tyrone se agarró el puente de la nariz y exhaló pesado varias veces. Su mandíbula se removió, pronunció alguna cosa en un idioma desconocido, y hasta apretó los puños.

—Temo decir que la situación de Theo Jatar significa que Ardat está varios pasos por delante de nosotros. —Bajó los puños y se dirigió hacia una zona donde colgaban doce medallas antiguas de bronce, cada una con un símbolo griego. Los comparó con algo en su libro.

—Eso lo suponía —murmuré.

—¿Dónde está Theo ahora? —interrogó el pelirrojo.

Keyla y yo nos dimos una rápida mirada.

—En el reino Grassie... en una misión para detener unas protestas. Se supone.

Tyrone pronunció otra palabra dura en idioma desconocido y nos mostró una ilustración del libro; era una serie de símbolos, y detrás de este, unas puertas grandes, redondeadas, cubiertas de luz, raíces mágicas y nubes, protegidas por una estructura de metal finamente diseñada.

Pasó a la página siguiente, mostrándonos la ilustración de una espada. Y la siguiente; la de un martillo gigante. Y continuó pasando rápidamente las hojas con ilustraciones de diferentes objetos; un cinturón, una lanza, una antorcha...

—Está buscando los Elementos de dioses. Está buscándolos para Ardat —jadeó Tyrone, cerrando el libro de golpe.

Una corriente fría me azotó la nuca, y luego toda la columna vertebral.

—¿Cómo...? ¿Por qué?

Tyrone tragó saliva con dificultad.

—Los necesita para entrar al Olimpo, pero ese no es el único problema. Me temo que Ardat con ellos podría hacer estragos tan horripilantes que hasta es posible que no estemos vivos para ver el final de estos.

Temblé.

—Y suponemos que Ardat no puede salir de la infradimensión, de Kaltos...

—Todavía no debe tener la fuerza necesaria para romper esa última barrera divina.

—Por eso mandó a Jatar a buscarlos —interrumpió Keyla. Giré la cara hacia ella de golpe—. Necesita a alguien de confianza para los reinos, a alguien incuestionable y del que nadie sospeche —espetó dura—. ¡Desgraciado!

Otra sacudida me azotó y ni siquiera pude disimular. Tyrone intentó ayudarme tomándome del codo y colocándome en el sillón de nuevo.

—Me gustaría que tu bienvenida no hubiera sido así, amiga —murmuró él.

Me abracé los codos. Tyrone suspiró y continuó:

—Tenemos que movernos con urgencia. Ardat se nos ha adelantado demasiado.

Keyla se paró más alta y yo levanté la cara hacia el rey.

—¿Vamos a detener a Theo?

Tyrone negó una vez.

—Ardat debe tener una póliza de seguro; si Theo falla, tendrá otro plan, y otro más. Ha estado planeando esto por... siglos. —Golpeó la superficie de su escritorio una vez. Y esa era la máxima muestra de violencia que alguna vez había expuesto frente a mí.

—¿Entonces?

—Le dejaremos creer que lleva ventaja. Debemos hallar los Elementos antes de que Theo Jatar los encuentre, y debemos encontrar a los herederos, pero a escondidas. Theo no puede enterarse de esto, porque Ardat sabría que interferiremos en sus planes. Nos mantendremos bajo perfil todo lo que podamos para que no tome represalias y haga algo peor.

—Voy a reclutar a los agentes de élite de Atanea —propuso Keyla.

—¡No! —exclamamos al mismo tiempo Tyrone y yo.

—Si lo haces, Theo se enterará de alguna forma u otra, y por consiguiente Ardat —la voz del rey volvió a la calma—. Debes contactar solo a los de tu confianza. —Tyrone me miró con intensidad—. De tu verdadera confianza —recalcó.

Sabía a quiénes llamar. Asentí y miré a Keyla, ella asintió también.

—Todo sea por el bien de los reinos —concordó ella con actitud profesional—. ¿Alguna idea de dónde está el primer Elemento... o algún heredero? —Separó las piernas.

Tyrone se dirigió hacia donde estaban las medallas con símbolos de dioses.

—Los últimos herederos fueron descendientes de Afrodita, Apolo, Hestia y Hefesto —enumeró meditativo—. Según mis cálculos generacionales, analizando los árboles genealógicos que conozco... —Tyrone ondeaba la mano, y yo no entendía cómo podía sacar cálculos de siglos de familias así de rápido. «Cosas de mensajeros de dioses», pensé—. Hay altas probabilidades de que tengamos entre nosotros a un descendiente de Poseidón y otro de Ares; además de ti, heredera de Atenea. El cuarto... tengo que analizarlo con tiempo.

Balbuceé sin emitir nada.

Realmente existían los descendientes de dioses. Hummons con genes divinos. Y yo era una. Todavía me costaba asumirlo.

—¿Tendremos que atacarlos o algo para que despierten su poder? —indagué sintiéndome estresada. Tyrone dio una negativa.

—No. El tuyo se activó cuando lo necesitaste gracias a que sobrecargaron tu alma con la capacidad lumbiana. A ellos... —exhaló por la nariz con los labios apretados— tendremos que potenciarlos con...

—Con los Elementos —adivinó Keyla; era inteligente.

Tyrone asintió.

—Los Elementos deberían funcionar, y existen más potenciadores. Comencemos por cruzar a Fítreg a través de los portales de Atanea. —Nos miró a ambas—. Es el más cercano al reino Grassie, y si tenemos suerte, tal vez encontremos el Elemento de Poseidón antes que Theo Jatar; estoy seguro que buscará ese a continuación.

Apreté los ojos con fuerza por la desolación al no tener a Theo de mi lado en esto... En esta locura con la que, una vez más, me sentía sobrepasada.

Por todos los cielos... No iba a dejar que Theo Jatar se convirtiera en un traidor, fuera cual fuera la razón por la que había aceptado ese tonto trato.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora