XIV

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Capítulo 14
Mentira y verdad

Theo detalló el recorrido hecho hasta la infradimensión. Keyla aportó con algunos detalles, hablando sobre unas bestias esqueléticas violentas. No dieron el nombre de quién los ayudó en Ragnus; pero ambos estuvieron de acuerdo en exigir que no se castigara a ninguno de los guerreros que los acompañaron, sobre todo por respeto al que falleció.

—Sí, es una ciudad construida en un cráter bajo tierra... con un rey. La llaman Kaltos. Los libros tenían razón; ese es su nombre. —Theo bajó la mirada un momento—. Hades... —Algunos jadearon—. Sí, Hades, el dios del inframundo, no quiere que nadie traspase a la infradimensión, por eso la mantuvo invisible durante tantos siglos. Los hummons que habitan ahí han sobrevivido mediante el poder del dios. —Su mandíbula palpitó—. Lo que pasó con el núcleo rompió la barrera de Hades, y por eso se abrió la puerta a Kaltos. No conocí la ciudad en sí, tampoco me interesa. No es un lugar agradable. Para nada.

Había algo en su relato que se me hacía familiar, como una vieja película que ya había visto. Me quemaba los sesos intentando recordar dónde o qué era.

—¿Cómo lograron llegar a Kaltos? —indagó el Director de Inteligencia y Estrategia del Consejo—. Enviamos una misión hacia esa ciudad hace una hora, y nuestros agentes no pudieron avanzar más allá de la bifurcación de los tres pasillos que nombraste, todo el resto está cerrado. —Apuntó hacia un mapa hecho hace poco.

Theo empuñó las manos.

—Quizás Hades logró levantar los límites después de nuestra visita, lo cual es una mierda por los hummons que viven atrapados ahí. —Meneó la cabeza—. En fin, ¿el camino hacia el lado humano...?

—Sigue despejado —contestó la única mujer del Consejo, la Directora de Relaciones.

—Bien. Eso lo que importa. —Theo apoyó la espalda en el respaldo y me dio una mirada—. No se pierden de nada en esa extensión de mierda. Es mejor dejarlos donde están.

—Pero las preguntas, las incógnitas científicas, los avances que necesitamos... ¿Qué clase de células tienen esos hummons, por ejemplo? —refutó el Director de Ciencias e Investigación—. Necesitamos respuestas.

—¿Qué quieren que haga? —replicó Theo, en modo defensivo—. La infradimensión estuvo cerrada por ¿cuánto? ¿un milenio? Si Hades la cerró otra vez, un puto dios, dudo de que nosotros seamos capaces de abrirla.

Mi ceño se frunció. ¿Theo lo estaba dejando estar y ya? Entendía que quizás estaba agotado, pero me parecía... tan poco él decir «qué quieren que haga».

Uriel, un hummon muy alto, de pecho amplio y mirada intimidatoria, se inclinó hacia adelante. Theo me contó que era amigo de su padre y que era una especie de tío para él. Era el Director de Ataque desde el año antepasado, luego de que su hermano renunciara después de la guerra... En otras palabras, era el jefe directo de Theo.

—¿Cómo escapaste de Kaltos? —le preguntó mirándolo a los ojos—. Dijiste que dos tipos con túnicas te llevaron a rastras, a ti y a la agente Keyla Thorne. —Keyla levantó el mentón. Arturo también clavó la mirada en su hijo—. Y que tuviste una charla con ese rey... Ardat —puntualizó Uriel.

Theo se estiró en la silla.

—Exacto. Como ya dije, Ardat, el rey —siseó ese nombre—, fue el que me explicó la historia de Hades y su barrera anti forasteros. Me dijo que el dios estaba de malhumor y por eso provocó los terremotos. Se disculparon y me prometió que Hades ya se había calmado. —Noté que le costó tragar.

Se produjo m un silencio denso en la mesa redonda.

—¿Y cómo escapaste? —Uriel repitió la pregunta.

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