XIII

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Capítulo 13
Entre estatuas

La multitud de la mansión se movilizó cuando escucharon a Inago rugir. Solo el personal y los nobles de la tenían permitido estar allí, pero aun así eran demasiados. Nos envolvieron y nos abrazaron, algunos con lágrimas. Saltaron los saludos, las exclamaciones religiosas, las preguntas; algunos tenían parientes o cercanos en el lado humano, y estaban desesperados por saber de ellos.

Mike, que siempre estuvo en contacto con la mayoría de estos, intentaba responderles rápido si es que sabía del estado de sus familiares, y abrazaba a ciertos agentes, amigos suyos.

Las preguntas del cómo habíamos vuelto, ya que el resto de los límites seguían cerrados, fueron las que no pudimos responder, porque ni nosotros lo sabíamos con claridad.

Con Theo abriéndome camino a base gruñidos entre la multitud, y con Inago flanqueándome el otro costado, logramos llegar a una de las entradas traseras de la mansión.

Rayna no tuvo problema en hacerse camino ella sola; su mirada afilada provocaba que le abrieran paso, o el hecho que tuviera los cuchillos curvos preparados en las manos también ayudaba a que no la abracen. Tampoco perdió el tiempo entrando a la mansión para continuar con esa bienvenida histérica; con un gesto simple dio a entender que iría a buscar a Niklas y Rizpah.

Mike continuó abrazando a más amigos; era impresionante la cantidad de personas que le tenían tanto cariño, ya fueran agentes, guerreros, doncellas o asistentes.

Saludé a las que habían sido mis asistentes personales en el pasado y, al entrar, me encontré con algunos miembros del Consejo, y entremedio de ellos, a Ethan.

Estaba enorme. Estos tres años lo habían convertido en un adulto, y hasta llevaba el traje de los nobles de la mansión real; una chaqueta larga y azul con botones dorados, y unas botas enfundándole las piernas hasta las rodillas. Incluso su pelo estaba diferente; más corto y mejor peinado.

—Claire... —Su expresión se removió al verme—. Preferí que nadie fuera a buscarte a la salida del portal, en los calabozos... —Tragó con nerviosismo—. Pensé que un reencuentro en casa sería lo que preferirías...

Le sonreí porque me pareció tierno, pese a que estaba más alto y más fornido.

—Te extrañé tanto —le dije antes de abrazarlo.

Ethan emitió un pequeño ruido parecido a un sollozo, pero se contuvo. Sus brazos me envolvieron con fuerza.

—Yo también a ustedes. ¿Mamá, papá...?

Exhalé.

—Ya veremos cómo puedes cruzar al lado humano. Creo que se abrió una forma.

Ethan se separó, agarrándome por los hombros.

—No, no. Mamá es la que tiene que venir. —Su frente se arrugó al sonreírme raro.

Cerré un ojo. «¿Qué?»

—Pero, ¿y papá? Sabes que él no puede cruzar.

Ethan tensó el gesto.

—Bueno, quizás pueda visitarlo...

Mi expresión se deformó todavía más. Theo bufó y se pasó una mano por el pelo, rodando los ojos. Ethan le lanzó una mirada rápida.

—¿No quieres irte a Galveng? —pregunté sorprendida. Durante todo este tiempo, mis padres y yo siempre asumimos que Ethan no se sentiría del todo cómodo en los reinos; no tenía amigos o conocidos la última vez que lo vi.

—No es que no quiera, es que estoy en medio de algo aquí... Voy a la Universidad, y tengo encuentros con el pueblo, y viajo a los otros reinos a través de los portales. —Elevó el mentón con orgullo—. Entre otras cosas... —Se mordió el labio y me abrazó de nuevo—. Te pondremos al día luego, ¿verdad? —Lanzó una mirada a los tres miembros del Consejo presentes; estuvieron de acuerdo con él con un asentimiento.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora