XXXVI

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Capítulo 36
Te odio

Max

—La rubia está jugando en los arbustos —se burló Rayna al ver que el laberinto se agitaba en cierto punto, luego de que Jatar llevara a Moore allí.

El equipo acordó mantenerse comunicados ante cualquier emergencia. Ellos; el equipo y Max, fueron invitados a la celebración de Olimpia por obra de Claire, porque de lo contrario solo estaría invitada Claire, Jatar y él mismo, y de esta manera todos se mantendrían cerca.

Esa estrategia de la princesa le pareció certera, mas no le interesaba decirlo en voz alta.

A su vez, Max permanecía conectado con su escuadrón de inteligencia; le informarían si pasaba algo fuera de lo común en el planeta, cualquier cosa. Él decidiría entonces si lo vinculaba a Ardat o no.

Pero lo que ocupaba toda su atención en ese segundo era lo que tenía al frente.

Por supuesto que ella no se había puesto un maldito vestido enorme, brillante o medieval. Tampoco una simple túnica. Pensó que llegaría con un traje metálico y pesado que ocultara su cuerpo, como algunas mujeres rudas de Casterra.

No fue así.

Rayna Blakhurn llevaba ropas de cuero negro, ajustadas desde el cuello hasta los tobillos. Nunca la había visto con una prenda de ese estilo; una que marcara y envolviera tan bien su figura esbelta y fuerte. Esa silueta que le arrancaba la cordura como nadie nunca antes. Ni siquiera su ex prometida, aunque le doliera un poco admitirlo.

Una pieza extra de cuero se amarraba alrededor de la cintura, de donde colgaban los múltiples cuchillos que tanto le encantaban a ella. Y a él cómo se veía con ellos.

A Max le hizo gracia que Rayna, en vez de centrarse en el glamour, como todos esa noche, su preocupación recayó en colmarse de armas, y tampoco hizo demasiado esfuerzo por ocultarlas; además de las que colgaban de su cintura, vio la empuñadura de por lo menos cinco cuchillos sobresaliendo de sus botas. Otro mango pequeño se asomaba de la cara interna de su brazo izquierdo. Y solo ella sabía cuántos ocultaba bajo la larga capa negra que le cubría la espalda y que ondeaba por la dócil brisa de Casterra.

Unos metros más allá, Shira, la guerrera de Séltora, saludó eufórica a unas conocidas. Luego se apartó con una de ellas, y las subidas y bajadas de pestañas de Shira le indicaron que tal vez esa hummon era un poco más que solo conocida suya. Como sea que fuera, no era su maldito problema, solo mantenía un ojo en cada uno para conocer sus localizaciones exactas.

Después de la sorpresiva traición de la agente Keyla Thorne, los tenía vigilados a todos.

El rey Tyrone se perdió en cosa de segundos dentro del gran salón del castillo junto al presidente Douv de Azgar, y con miembros de Consejos de diferentes reinos.

Cerca de la entrada, Max se topó con su padre, pero como era costumbre a estas alturas, no lo saludó, y él tampoco mostró interés.

El príncipe Damien mantenía ocupada a su madre, la reina Petra de Ragnus, para que no lo interrogara antes de la reunión planificada. La mujer se mostraba más agria e impaciente de lo que era normal en ella, pero Damien no permitía que se quedaran solos.

La pequeña pelirroja psíquica de Ava, Hannah, revoloteaba tontamente alrededor de Damien, dejándose en evidencia. Se veía un tanto patética.

El agente Johnson, Mike, asistía a Okke, quien jamás había asistido a una reunión con tantos gobernantes y personas de importancia. Johnson preocupó de conseguirle una bebida rápidamente para que bajara sus absurdas revoluciones.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora