XLVII

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Capítulo 47
Bajo la pérgola

—¿Caminas conmigo? —le pregunté a Inago. El felino irguió las orejas

Mi vestido improvisado era hermoso, blanco y simple, de seda y pequeños brillos. La falda ondeó al caminar hacia la pérgola decorada con ramas floridas y pequeñas luces.

Esto no era una boda real... No tan real, pero de todos modos Ethan me entregaría a Theo. No sé a cuál de los dos le gustaba menos esa idea.

Hasta Inago llevaba una corbata de moño en el cuello.

Los invitados no eran muchos. Ni siquiera estaban mis padres, por todos los cielos. Esto era una locura, de esas locuras inesperadas que se sienten correctas.

Todavía no llorábamos a nuestros amigos muertos, pero al estar contra el reloj, no teníamos más opción ni tiempo para pensarlo demasiado. En el fondo sabía que cada uno de ellos hubiera estado allí esta noche, a favor de celebrar esto. Tyrone sobre todo.

Uriel, el director de ataque y jefe de Theo, era el que nos casaría, por decir algo así. Me pregunté qué hubiera dicho Tyrone al respecto. Probablemente habría estado embobado —guardando siempre la compostura— viendo a Uriel allí de pie, tan elegante y orquestando la ceremonia.

Alrededor de la pérgola, en sillas decoradas a última hora con pequeñas flores silvestres, se encontraban Hannah, Keyla junto a su pequeña hija, y Areen; las dos hummons con unos vestidos semiformales, y el kaltiano con un traje que le quedaba algo pequeño porque era prestado.

Mis nervios hacían que me fijara en esos detalles tontos desde el momento en el que llegué a esa zona perdida en el bosque detrás de la mansión de Atanea.

Al otro lado estaba Rayna, por supuesto, vestida con un traje negro tan elegante como rudo, parecido al que llevó a Casterra. Le sonreí al entrar al pasillo improvisado de hojas otoñales. Ella me devolvió el gesto con ironía y movió la mano para que me diera prisa.

Junto a ella estaba Max, llevando el traje de gala del Departamento de Inteligencia y Estrategia. Asintió en mi dirección. Sí, Max Bourne era invitado a mi boda falsa. Ya no podía desagradarme tanto, porque Rayna y él...

Detrás de ellos estaba Damien, impecable con su uniforme plateado de príncipe de las estrellas. Me pareció buena idea invitarlo; después de todo, compartimos una batalla celestial. Un hecho histórico. Por eso mismo Okke también estaba presente. Este último todavía no procesaba todo lo que había sucedido; el hecho que casi habíamos muerto, que muchos estaban muertos, y que destrozamos a un verdadero dios. Pero estaba allí, y se veía orgulloso llevando un traje azul marino que debía ser una reliquia de su abuelo.

En una silla un poco más alejada del resto, Kaleb me sonreía encantador, con una cámara en sus manos. No sé qué habrá pensado Theo cuando lo vio sentado allí, porque lo invité sin decírselo. Con algo de suerte, esos dos no se matarían en una noche tan importante.

También vi a algunos del escuadrón de ataque de Theo; a sus mejores guerreros, los más fieles, o a los que les guardaba respeto (y cariño, pero Theo no admitiría eso nunca), entre ellos, a Cedro.

Mi abuela no estaba; se le hubiera salido el corazón al saber que celebrábamos una boda simple y a la rápida en medio del bosque, después de tantas muertes. Eloise no necesitaba esos escándalos dada su condición actual.

También estaba la familia de Mike. Si era la última noche de mi amigo en el reino... quería que tuviera con él a todos los que amaba.

Arturo Jatar estaba parado recto y alto justo antes de los escalones que llevaban al interior de la pérgola.

Corona celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora