Capítulo 25
Bourne: el inconvenienteRayna
A Rayna le gustaba el reino Azgar más de lo que se permitía admitir. No especialmente por su cultura, sino por el entorno. Se sentía a gusto con el frío y con la aislación que podían otorgarte las grandes capas de nieve.
Azgar poseía algunas costumbres machistas que le daban tanta rabia como para desear cortar cuellos y así erradicarlas, pero algunas le agradaban; la gente respetaba el espacio del otro. Quizás los demás reinos opinaban que a los azgarianos les faltaba calidez o cercanía, pero Rayna no necesitaba nada de eso. Ella se conformaba con la privacidad, con entrenar y con vivir sin que nadie la estuviera molestando.
La capital azgariana era demasiado grande y ostentosa para encantarle; enormes edificios con arquitectura petulante, con puntas de hielo presuntuosas. Pero no le desagradaba demasiado por lo mismo anterior: pese a su enormidad, cada hummon andaba preocupado de sus asuntos.
Otro punto a favor era que Rayna respetaba a los guerreros de ese reino; tenían buena calidad en los combates, y tenían espías decentes de los que ella misma podría haber aprendido cosas útiles durante sus años de formación, si no fuera porque tuvo que entrenarse de forma obligada en condiciones mucho menos agradables.
Su madre fue la culpable de esto último; una mujer fiel a Krishna que murió antes de que la verdadera guerra comenzara. La enlistó a los ocho años sin que Rayna tuviera opción, y la enviaron a una localidad de guerreros —hombres—. Una década después, Rayna no derramó ni una lágrima por la muerte de esa mujer, y luego quedó a cargo de sus dos hermanos menores. Su padre era un desconocido inútil.
Después de eso, y por tener habilidades con los cuchillos, las armas, en los combates y en el espionaje muy superiores a las del resto, Krishna y su círculo íntimo la reclutaron. Obligatoriamente. Cuando se negó, porque siempre odió a esa satánica enferma, Krishna capturó a sus hermanos, y le dijo que se los devolvería cuando acabara la guerra, siempre y cuando cumpliera con sus misiones.
En el lapsus entre ese momento y en el que decidió escapar y unirse a Atanea, donde conoció a Claire, estuvo trabajando codo a codo con algunos hijos de puta tan enfermos como Krishna, y ocurrieron cosas. Cosas escalofriantes y asquerosas. Cosas que fueron las causantes de forjar su ferocidad y desconfianza. Fue en ese tiempo cuando aprendió a pelear y a defenderse de verdad; a ser más peligrosa que cualquier hombre y enemigo. A siempre estar preparada para clavar cuchillos en el cuerpo de alguien.
Por más que quisiera dejar los desagradables recuerdos atrás, algunas cicatrices se quedaron en ella de forma permanente; el tipo de cicatrices que no puedes ver —las otras no le importaban demasiado—, pero sí las sientes. Por esa razón a Rayna le gustaba mantenerse ocupada, si no era cuidando y entrenando a sus hermanos, o a sí misma, era ayudando a Claire en los líos que se metía. Como este.
El inconveniente con este lío en particular era que estaba atrapada en una misión con Max Bourne.
Y eso le ocasionaba complicaciones internas que ni a través de torturas admitiría.
Llevaba tres horas sobre un carro blindado —que Max había conseguido con los contactos de su padre— en silencio. En completo silencio. Max intentó hablarle de los Elementos o de cualquier otra cosa, pero palpitaba tanta tensión entre ellos que Rayna se limitó a ignorarlo o a gruñirle. Responderle era meterse en un juego enredado al que ella no sabía bien cómo jugar; mantener la boca cerrada era más astuto.
Se desviaron hacia el pueblo más cercano al lago Bankai, y fue un alivio para ella tomar aire fresco y helado.
Estaba nevando, las montañas se veían borrosas por la tormenta blanca, pero Max señaló que necesitaba una brújula especial que un viejo conocido de él guardaba allí.
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Corona celestial
FantasíaLibro III Saga Atanea. -Borrador-. Bajo la tierra, donde la lava palpita, saluda un nuevo reino. Una tierra desconocida. Un lugar inexplorado. Un gobernante sepultado. Ardat puede convertir lo bueno en malo, el amor en desesperación y los deseos en...