Capítulo 16. -Insoportablemente Ella.

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"Como me encanta odiarte; amo odiarte"

I love to hate You. Erasure.

Invisible Touch, de la banda británica, Génesis, es la canción que sonará de fondo, si tú quieres programarla para darle más emoción.

Jordan.

Cuando giré en sentido contrario, haciendo un puchero, porque mis pasos debían dirigirse al ala sur del restaurante. Mi cuerpo buscaba desdoblarse, y así mi espíritu se hiciera cargo del trabajo, mientras yo regresaba a casa.

El color de mi cara bajó hasta mis pies, me tensé como una tabla, ya que jamás pensé que en medio de mi resignación algo iba a hacer que me detuviera de golpe, uno tan abrupto que por poco caigo de espalda.

Tuve que aferrarme de una mesa al perder el equilibrio en todos los sentidos. Ella estaba ahí, la misma chica del club y el incidente del lodo. Como esas alucinaciones que solo pueden relacionarse con la locura.

Mientras ladeaba la cabeza para comprobar que aquello no fuera obra de mi imaginación, creí más que nunca que el Karma era una perra, y no dejaba de seguirme a todos lados desde el jueves anterior.

En ese segundo quise huir, no se me ocurrió nada más, de hecho lo intenté, pero el infeliz de mi jefe otra vez me interceptó. ¡Gusano, malnacido!

Traté de excusarme con que iba al sanitario, ya que tenía una urgencia, pero ni caso le hizo a mis ruegos, y, en cambio, sin perder un segundo me obligó a seguir mi camino, señalando a la clientela ¡Maldito cretino indolente!

Primero me acerqué hasta la mesa nueve, de los amables señores Gallagher, clientes frecuentes. Anoté todo en mi artilugio, sin quitarle los ojos de encima a la que se encontraba metros más allá, sin saber, esperando por mí.

Luego de tomar su pedido y enviar vía remota, la comanda hasta la impresora de la cocina, recogí los aperitivos que pidieron, y resignado a mi suerte, volví al salón.

De manera inexplicable, las rodillas se me doblaban, y la frecuencia cardiaca aumentó. Unos pasos torpes desestabilizaron mi andar, me sudaban las manos, y todo en mí era una maldita maraña de nervios.

Todavía no me convencía de que aquello fuera verdad, y las palabras del padre Conrado retumbaban en mi cabeza, le había prometido algo, pero no sabía por dónde comenzar.

Porque de todas las cosas que pudieron pasarme en mi puta vida de empleado asalariado, esa ocupaba sin duda, el primer lugar en la escala de momentos incómodos.

Con disimulo, y mirando por encima de mi hombro, sin que nadie lo notara, me cercioré de que el aroma en mis axilas fuera el correcto. Por suerte, todo marchaba bien.

Cuando solo me apartaban unos metros supe que el universo y hasta las putas estrellas se coludieron para arruinar mi noche.

Odié a las constelaciones que aquella noche se alinearon para cobrar venganza en nombre de esa linda mujer. Uniéndonos en un rito de repudio mutuo como siempre pasó desde que nos conocimos.

De pronto, un señor alto, delgado y vestido de manera muy excéntrica se puso de pie atendiendo una llamada al salir de mi campo visual. Para colmo, la dejó sola, haciendo que mi desgracia se multiplicara por un millón.

Seguro era su padre, porque me pareció un tanto viejo para tenerlo de novio. Prejuicioso graduado con honores me pregunté «¿Sería su sugar daddy?» Sin embargo; quién podría confirmar o desmentir ese hecho. Puesto que, ignoraba sus gustos.

Fruncí los labios a un lado, a mí qué diablos me importaba. Estiré el cuello de un lado a otro, igual que un boxeador de peso broma, tenso con una nueva revelación, puesto que en el fondo, muyyyy al fondo, si quería saber quién era él y que papel jugaba en la vida de esa pequeña tortura del demonio.

Si Tú Me AmarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora