Capítulo 60. - Mi propio Kintsugi.

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Si ahora, tú estás leyendo esto, agradezco que te encuentres aquí. 🫶  Espero transmitirte cada emoción.

Nunca me he sentido más cercana a Rain que en estos relatos. De hecho: será un capítulo por completo dedicado a ustedes, estén o no.

Justo ahora estoy viviendo mi propio Kintsugi, el mismo del que nuestra querida protagonista hablará en el capítulo que viene a continuación de este, explicando con sus dulces palabras lo que significa.

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Todas las canciones de la historia están en Spotify, en una lista llamada: Si tú me amaras The love Story.

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Kintsugi, la belleza que se halla en las cicatrices de la vida.

---Anónimo.

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*Tanto que contar no cabía en un solo capítulo, y al igual que en el anterior, las revelaciones se darán de modo que ya no habrá vuelta atrás, justo cerca del final de este especial e intenso POV. Espero que la escena a continuación te sorprenda y emocione de manera que te transportes a cada lugar.

Programa, la hermosa e inolvidable versión en vivo de todo un clásico de principios de los noventa, y que antes de partir, mi amado George Michael nos dejó como parte de su increíble legado musical, esta no podía ser otra que: Praying For Time (Orando por el tiempo) lo que vuelve tan especial a esta canción, es que él lo estaba pasando muy mal cuando la escribió, aun así, este fue el maravilloso resultado.

Rain.

Desde que me diagnosticaron con el trastorno de ansiedad generalizada, una de las primeras recomendaciones de Lee, mi terapeuta, fue que por ningún motivo debía reprimir lo que estaba sintiendo.

Tenía que hacerle frente a las crisis por muy duro que pareciera, reaccionando de forma natural, validando cada parte del episodio.

Llorar, gritar, lo que fuera necesario para descomprimir la presión emocional, puesto que de no ser así, mi sistema podría colapsar de manera irremediable.

Sin embargo; esa mañana de lunes, aquel consejo tan valioso, me entró por un oído y me salió por el otro, todo con tal de fingir que estaba bien, pese a tener el corazón lastimado.

Aquel día, llevé las cosas al límite, me exigí demasiado; fui más allá de mis fuerzas, ya que no acostumbraba a conformarme con menos cuando se trataba de mis estudios.

Aunque sonara idiota, les daba gran importancia, porque estudiar en la universidad; en mi ciudad de origen, con mi familia cerca, era un privilegio del que no todos podían gozar.

Durante toda la exposición, luché a muerte con mis demonios internos y las voces en mi mente, por ende, me costó una enormidad mantener la concentración, rogué en silencio para que nadie notara que a ratos me distraía con los golpes de la inminente taquicardia.

De pie, delante de la clase, discreta, tuve que secar la línea de sudor que atravesó mi frente, en más de una ocasión, y hacer valer mi garra en contra de la adversidad.

Para colmo de males, la ropa y los tacones altos que lucía, tampoco ayudaban, me sentía incómoda y fuera de mi elemento.

Aparte, odiaba que me compadecieran, solo por eso me callé los efectos del malestar, a esas alturas convertido en un infierno.

Y gran parte del tiempo mantuve las manos unidas sobre mis muslos. Temía que al soltarlas me iría de bruces al suelo. Solo Dios sabía cuánto trabajo me costó mantenerme estoica.

Si Tú Me AmarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora