Capítulo 12. - Coqueta Fachada.

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"Cuando el amor se reprime, el odio ocupa su lugar."

Havelock Ellis.

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Somebody Else, de la banda, The 1975, es la canción que sonará de fondo si tú quieres programarla.

Jordan.

Era verdad, ella me tenía trastornado, mucho más de lo que me atrevía a reconocer, y sentí la necesidad de darle un giro a nuestra inminente despedida, una forma de hacerme inolvidable. Ignorando por completo que ahí se estaba gestando un punto de inflexión en mi vida, tuve que arriesgarme a saltar al vacío pese a tener novia.

Sin embargo, aunque solo fuera por una noche, quería gustarle, porque ella me gustaba; me encantaba, y se lo iba a demostrar hasta dejarla sin palabras.

----¿En qué parte te besé?

Pregunté tomándola de la barbilla, al tiempo que depositaba una sutil caricia en ella, obligando a sus ojos a que se vieran en los míos. Mientras me miraba hacia arriba, una corriente recorrió mi cuerpo, las sensaciones se atropellaban en mi interior, debatiéndose si ese era el segundo de alejarme o seguir ahí, y a juzgar por la manera en que nos devorábamos con las pupilas que comenzaban a dilatarse, creo que ambos sabíamos la respuesta.

Di un respingo cuando me respondió de mala manera con ese divertido «En los labios, idiota» Alterando mi sangre y el estado de la materia en mi cerebro, ambos tragamos saliva, sin dejar de vernos a los ojos. Y entonces tuve la certeza de que caí como un imbécil, ella lograba colarse por entre mi sentido común y mi enorme deseo por tenerla.

----Veamos ¿Te refieres a cuando te tomé así e hice esto?

Ya no había vuelta atrás, la locura le ganó a mi sensatez, en una batalla que comenzó el día que nos conocimos.

La envolví por la cintura elevando sus pies del suelo pegándola al jodido temblor de mi cuerpo, perdí el control de mis acciones, no podía gobernar el ritmo mis osadas manos. Nuestras pelvis se unieron como si un imán las atrajera, no pude evitar que mis mejillas entraran en calor cuando la dureza de mi sexo acarició su parte más íntima.

Con la mano que me quedaba libre, le acaricié la mandíbula, lo había deseado tanto que sonreí mientras le robaba el aliento. Mi mente quedó en blanco, dejé de pensar y actué con el ímpetu de mi más grande deseo: Volver a sentirla. Fue un beso duro, concluyente, que carecía de ternura, en cambio, estaba plagado de pasión. Sus labios y los míos bailaban al mismo ritmo.

Mi lengua juguetona se adentró hasta encontrar la timidez de la suya, se embistieron con desesperado vigor, al enredarlas en otro tipo de danza. Sus manos hicieron inútiles intentos por apartarme; sin embargo, la notaba más receptiva que en un principio. Y un gemido que escapó de su garganta me alertó de que lo estaba disfrutando tanto como yo.

Entonces la rocé de manera atrevida, la evidente elevación de mi bulto ascendió despacio, friccionando esa zona peligrosa con la mía que estaba a punto de explotar.

Jamás imaginé que hacer algo así de malo, se pudiera sentir tan jodidamente bien, la pasión que ella me provocaba enviando oleadas de placer a cada parte de mi cuerpo, era algo a lo que me negué a renunciar, mi mente quedó en blanco, dejando de lado a la razón, solo pude poner el foco en lo que hacíamos.

Me perdí en las sensaciones más deliciosas del mundo, sin exagerar me abrazó el peligroso presentimiento de estar cambiando el rumbo de mi destino.

No la veía, pero entre sus jadeos y los míos una respuesta de apreciación que provenía desde la garganta me concedió permiso de avanzar. Al momento de apartarme sin mirarla, las nuevas intenciones de mi boca se desplegaron despacio, los labios se abrieron camino mientras me deslizaba hasta llegar a su cuello, no pude evitar sonreír al instante de hacer contacto como un astronauta pisando la luna.

Si Tú Me AmarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora