Capítulo 63. - Perdí el miedo.

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"El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo"

---Anónimo.

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Todas las canciones de la historia están en Spotify, en una lista llamada: Si tú me amaras The love Story.

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Este capítulo significa mucho para mí; con él perdí el miedo a regresar.

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*Ay, señor, los giros del destino, ¿no? Bueno, estos capítulos han tenido de todo, y la música les hizo bastante justicia.

Preparándonos para entrar de lleno en los últimos episodios de la primera temporada de Si tú me Amaras, (la segunda le seguirá casi de inmediato) y así descubrir en qué acabará todo, vamos allá en este preciso momento.

Ahora descubrirás que esperar, valió la pena. No hay otra manera de comenzar que con música, ¿verdad? Y aunque volverá a aparecer en la historia, necesito entrar en contexto.

Para eso de nuevo nos adelantaremos en el tiempo, (No muy lejos en realidad, está más cerca de lo que imaginas) ¡Me emociona que lo descubras próximamente, será Boom!

A diferencia de otras veces luego de un quiebre entre los chicos, de manera irónica en esta ocasión no habrá tristezas, aunque sí, varias sorpresas. A modo de introducirnos en ellas, a contar de aquí, programa, la sensual e irreverente; I wanna Be Your Slave, (Quiero ser tu esclavo) perteneciente a la banda romana de mis amores, Måneskin.

Rain.

«Mmmm» Me saboreé mentalmente, al tiempo que un sonido gutural y lleno de placer, salía de mi garganta y la suya, mientras nos comíamos a besos calientes.

Estábamos tan íntimamente unidos que no había distancias que cerrar, ni el aire circulaba en tan estrecho espacio. Su virilidad me atrapó entre la pelvis y mis casi nulas intenciones de frenar ese combate, que se daba con golpes de carne y huesos.

En solo breves segundos, mi pequeña tanga negra, se empapó de su jodida y bien estudiada lujuria. Vaya que le hizo justicia a uno de los siete pecados capitales.

Lo deseaba con cada parte de mí, y tenía la certeza de que a él le sucedía igual, pues no paraba de jadear mi nombre, pese a las maldiciones que mascullaba a causa de la calentura.

Sin apartarme de su boca, con el rabillo del ojo barrí todo el desastre que dejamos regado en el suelo; bueno, él fue quien lo hizo, pero amaba su desenfreno; su locura; sus actos de demencia, previos al ritual del sexo. Me desbordaba en fluidos femeninos, ni bien lo veía aparecer.

Pero no podía negar que me gustó tanto que lanzara lejos cada elemento sobre el mueble, y que al alzarme de las axilas, de una manera brutal y salvaje, haya hecho que yo ocupara el lugar de esos objetos inanimados para convertirme en el único y escurridizo "objeto" de su deseo.

Nuestras lenguas estaban enredadas cuando una de sus atrevidas manos se ancló en mi pecho izquierdo, pasando al otro en tanto los amasaba por encima de la tela, formando círculos sicalípticos que me obligaron a voltear los ojos. Ese hombre era puro fuego, uno que me encendió los poros y algo más.

Aunque me fuera al infierno, nunca podría borrar esas imágenes de mi memoria, en aquel febril segundo transgredí las reglas, corrompida por su ardiente pasión.

Y desde aquella tarde acuñé una frase que siempre llevaría junto a mí «Cariño, contigo me divierten todos los excesos» Quizás lo disfuncional le ganaba a aquello que sucedía entre nosotros, pero en la intimidad éramos perfectos.

Si Tú Me AmarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora