Capítulo 19

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Namjoon

Jimin está tirado en el suelo de la pista. Respira con dificultad y se coge las costillas porque tiene limaco. Lloriquea como un niño pequeño mientras mi hermano tira de él para que se levante.

- ¡No quiero Yoongi! ¡Suéltame! - grita desesperado.

- ¡Levántate Jimin y ponte a correr de una maldita vez! - le grita de vuelta mi hermano.

- ¡Pero si ya he corrido, psicópata! - se queja enfurruñado.

- ¡Venga ya! ¡Si apenas has corrido diez minutos, zángano! - le reprocha Yoongi.

Me encanta verles juntos. Son tal para cual. Jimin, aún medio muerto, saca fuerzas para enfrentarse a su alfa. Y mi hermano, que siempre ha tratado a todo el mundo con indiferencia, a su omega le entra al trapo de todas, todas.

- Jiminssi, eres una vergüenza para nuestra especie... - le digo mientras ayudo a Yoongi para ponerlo en pie entre los dos. - ¡Corre, cachorro, corre! - le digo dándole un azote en el trasero que hace que salga disparado.

- No te pases, Nam - me advierte Yoongi y va corriendo detrás de su pequeño omega.

Ahí está, señoras y señores, mi hermano, El Celosito.

Los veo correr despacio. Jimin se arrastra como una culebra por la pista y Yoongi le anima. Lo dicho, que me encantan.

Me agacho para atarme bien las zapatillas y estiro un poco antes de empezar a correr. Hace casi 5 años, dejé de competir, pero nunca me ha dejado de gustar la sensación de mi cuerpo al correr. Adelanto a la parejita feliz y escucho a Jimin exclamar un agudo ¡Alucinante!

Sonrío porque sé que sigo siendo muy rápido. Adoro sentir mis músculos en tensión, dando todo lo que tengo en cada zancada. La pista de atletismo siempre ha sido mi amiga. Ella me entiende. Me complementa. La sensación de velocidad es alucinante. Es como si mis pies tuvieran vida propia y me encanta.

Mientras sigo corriendo recuerdo el día que decidí dejar de entrenar, a causa de mi enfermedad. Sufro de hipotermia crónica. Es decir, mi cuerpo pierde más calor del que produce. Y el deporte no es lo mejor para mí ya que el sudor acelera que me enfríe aún más rápido.

Cuando mi cuerpo baja de los 34 grados centígrados siento escalofríos, pierdo la capacidad de hablar con claridad, mi respiración se vuelve lenta, mi pulso se debilita, mi cuerpo se vuelve torpe porque me quedo sin energía, lo que me produce somnolencia. Entonces me desoriento y llego a perder la memoria. Y si pierdo el conocimiento y dejo que mi temperatura baje a los 33 grados, puedo morir.

Y eso es lo que me pasó.

Yo había batido el récord en 100 metros. Estaba feliz, pero a causa de mi problema con los hombres, no tenía ningún amigo en el equipo y siempre estaba solo. Un día, después de entrenar más de lo debido, mi cuerpo se enfrió demasiado rápido y me caí desplomado en el vestuario. Incapaz de ponerme en pie para poder abrigarme, y sin ningún amigo que pudiera darse cuenta de mi ausencia, me rendí y me quedé esperando a que llegara mi hora. Pero entonces apareció un chico en el vestuario.

¡Mierda! Estoy al borde de la muerte y ¿tiene que aparecer un hombre?

Si hubiera sido una chica, podría haber intentado quitarle su calor corporal a la fuerza. El desconocido me llamó por mi apellido por lo que él sí que me conocía. Se arrodilló junto a mí y sentí como me tocaba. Su tacto era cálido, más de lo normal y mi cuerpo lo absorbió con rapidez. Pude notar que el chico tenía una fuerza interior poderosa. Él me salvó.

Él es... no puede ser.

Desperté a los días en un hospital y no recordaba nada. Deje de entrenar y mi hermano se convirtió en mi ángel de la guarda, siempre pendiente de mi salud y bienestar.

Remember Creek 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora