Capítulo 4

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Mis ojos se abrieron con pesar, hubiese agradecido morir, habría sido mejor.
Mejor eso a vivir con aquel sentimiento que me recordará como cuando mi florecita era dueña de mi obsesión.

Sentía un líquido gotear en mi boca y tragué, era sangre. Al abrir lo ojos encontré el cuerpo desmayado del hada. Estaba aún más amarillo y sus ojos cerrados. Su brazo tenía un corte a lo ancho de su muñeca y de él bebía su sangre.

Estábamos debajo de rocas, parecía ser una cueva. Entonces recordé lo que había pasado, todo ello. Y no sentía dolor, debía doler. Se supone que debía consumirme al morir el objeto de mi obsesión. Pero el único dolor era el que sentía por mi florecita, y ese no cesaría.

-Niña- la mecí para hacerla despertar pero olía a debilidad. Me levanté de donde estaba y caminé fuera de la cueva, quería orientarme, ver donde estaba exactamente.

-Amo- la escuché hablar, estaba débil y me abstuve de reprenderla por llamarme así. Tampoco quería mirarla, sentía culpa y dolor al verla así.

-¿Quién hizo esto?

-¿No lo recuerda?- acomodó su ropa, entonces supe lo que pasaba. O más o menos supe.

Ambos estábamos semi desnudos, ¿acaso ella...

-¡HABLA!- grité con furia

-Cuando... cuando se desmayó- una lágrima se escapó de sus ojos y me sentí fatal por aquello. -Despertó en minutos y vinimos aquí- limpió sus lágrimas -Dijo que... decía cosas sin sentido. Hablaba de flores para la reina.- tembló cuando caminé en su dirección para reconfortarla, yo no la dañaría ¿o sí? -Luego hablaba de muerte y venganza- lloró en nueva cuenta -Lo seguí a un pueblo humano pero fue muy tarde- miraba sus ropas y cubría sus piernas, tenía chupetones en todo su cuello y marcas de mis manos en ella. -Y entonces cuando llegamos aquí todo estaba así- se abrazó a si misma en una esquina -Las ninfas muertas y todo quemado.

-¿Algo más pasó?- asintió

-Comenzó a decir cosas raras y sus ojos se tornaron verdes.

-¿Que decía?- bajé mi voz para que dejara de temblar.

-"Ven a mí" lo repetía muchas veces y luego...

-¿Te obligué?- no sé porque pero el creerme hacerle algo así A ella me hacía sentir nefasto, negó y aquello me llenó de alivio.

-Dijo que le recordaba mucho a ella. Y me preguntó que si podía alimentarse de mí y luego...

-¿Luego qué?

-Me besó y luego... dijo que me necesitaba.

-¿Yo corté tu muñeca?- negó

-Yo lo hice.

-¿No quieres tu vida acaso?- negó

-Es dueño de mi vida. Salvó mi vida

-¡Entonces debería matarte justo ahora!- apresé su cabello para hacerla erguir y luego mi mano tomó su cuello, pero no se resistía, parecía querer morir.

-Puede hacerlo amo. Si eso...- decía apenas la solté

-Te dije que no me llamaras así- pronuncié entre dientes.

Una ráfaga se escuchó tan cerca de donde estábamos que aquello nos hizo mirar -No salgas- aquello fue una orden mía. ¿Porqué me sentía tan protector con ella? Fue así apenas la conocí.

Noté a una mujer descender, tenía dos alas como las de un pájaro, eran grises al igual de su cabello, una daga descansaba en su estómago y una espada en su costado, tenía dos flores moradas a cada lado de su cabeza, sus ojos dorados dieron con los míos y se tornaron más amenazantes. Y lo supe, era una criatura de los cielos. Había leído de ellas.  Un Ángel.

Por inercia me moví dos pasos más lejos de la cueva, sentía la necesidad de alejarla de Tierra.

-¡RAZA MALDITA!- gritó con furia mientras corría hacia mí, así que fui en su búsqueda.

Salté antes de acercarme y mi mano tomó su cuello, la estampé contra el suelo haciendo un hueco en él por el golpe.

Su espada, cual estaba en su mano había caído en algún lugar y cuando intenté golpear su rostro sus alas se movieron haciéndome impactar con fuerza contra un árbol.

-¡¿Dónde está?!- rugió con furia mientras se abalanzaba sobre mí con la daga empuñada.

Todo pasaba muy rápido, y algo que creí jamás ver pasó. Tierra había empuñado su espada y cortado una de sus alas. Su furia me impactó contra el suelo y fue contra Tierra pero regresé sin apenas recuperarme y la halé por su ala restante para lanzarla contra el suelo -¡CORRE!- grité cuando la otra alcanzó mi pierna y logró tirarme.

Su puño fue contra mi cara y cuando trató de repetir aquello enterré mi mano en la carne magullada de su ala faltante. Me arrastré hasta alcanzar la daga y acabé enterrándola en medio de su pecho.

Tenía filo en el mango y lo sentí mientras la empuñaba, pero eso no evitó que al girarse en torno a su cuerpo acabara rompiendo mi carne.

Un suspiro se escapó de mi cuando la vi inerte en el suelo antes de que sus restos se volvieran polvo y volaran hasta perderse por los cielos.

Mi vista fue a esa maraña de pelo blanco cual yacía tirada sobre el suelo, mi desesperación me consumió cuando no la notaba moverse. Respirar o...

Ella no podía morir, no ella.

De pronto ya no sentía más ganas de venganza.

De pronto solo quería ver esos hermosos ojos plateados y esa sonrisa tierna dirigida a mí. Su voz llamándome. Entonces lo supe.

Lo supe tarde otra vez.

Aquello que sentía al querer protegerla y cual me hizo alejarme no fue más que mi añoranza por ella. La añoraba.

A ella

A Tierra

No al parecido que tiene con mi Florecita, no a la semejanza en su actuar. A ella cual a pesar de ponerse en peligro me defiende, quien rompe su carne para alimentarme, quien me persigue y me cuida a pesar de que le pido, le ordeno que no lo haga. Quien me sirve y no por miedo. Era la primera vez que alguien hacía algo así por mí. Y me di cuenta tarde.

Al final la venganza arrebató de mi lo poco que conseguí.

Al final la venganza arrebató de mi lo poco que conseguí

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El Ángel

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