Capítulo 2

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Desperté al día siguiente recordando apenas lo pasado en mi balcón. Pero cuando mi reflejo apareció en el espejo prácticamente lloré.

Las marcas habían desaparecido.

Las toqué, mi piel seguía liza como cuando... como antes de todo. Incluso las mordidas en mi cuello, manos, muslos. Las que había hecho el amo, ya no estaban.

Me desnudé completamente, las de mis pechos, mi trasero. Ya no tenía ninguna. Los toqué, mi piel estaba tersa, firme pero suave.

Borró las huellas del mal que me hicieron pero también las que me hicieron sentir bien, deseada. Amada de alguna forma.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla apenas lo supe, solo restaban los recuerdos, recuerdos que se perderán con los años.

Hice llenar la bañera y me sumergí en ella, mis piernas tocaron mis pechos y me hice pequeña, deseé sentir sus labios en mi cuello, sus besos en mi nuca.

Aquel primer baño que nos dimos juntos y los tantos luego de eso cuando su obsesión conmigo no lo dejaba dejar de verme, de tenerme cerca. No debí liberarlo. Debí dejarlo prisionero de mí. Solo para mí.

Mío.

No se cuanto tiempo pasó, pero cuando mis dedos se arrugaron él sonido alarmante de algo chocar con la orilla me hizo salir del baño.

Corrí hasta hasta el balcón, era su barco. De el salió lanzado una criatura de los cielos y supe que me habían encontrado.

Hice una ventisca cual me envolvió para hacerme volar hacía la playa.

Habían varios de ellos, nueve.

Quién había sido lanzado fue tomado por el amo con su propia espada y su cabeza se separó de su cuerpo para hacerlo convertir en polvo.

Estaba sin camisa, con solo su pantalón de tela fina sobre su cuerpo, abierto. Estaba mal, porque en lugar de encontrarme defendiendo a mi familia lo veía a él hacerlo.

Parecía fuera de sí. Había matado otros dos. Espabilé.

Volví contra uno y tiré de sus alas haciéndolo chocar con otro. El hada, Jimin. Estaba aquí, tomó a dos de ellos y les rebanó en cuello con solo un movimiento, pero su espada no parecía dañarlos.

Tomé la lanza del que había derribado y la incrusté en su pecho, luego se la lancé al hada, este atravesó a uno por la mitad al apenas tocarlo. El otro fue contra el amo.

Este lo devolvió contra el suelo a la vez que el hada saltaba sobre el y lo mataba.

Habían otros tres, uno de ellos era sometido por Hoseok quien parecía deseoso de arrancar sus extremidades solo con sus manos.

Mi padre había alzado una de las espadas y herido a otro. Cuando mi cabello fue jalado haciéndome caer gemí dolorida. Era arrastrada.

Cerré los ojos dolorida y manoteé cuando fui tomada. -Hey, tranquila preciosa.- en en suelo tras de mí estaba el amo, había cortado mi cabello para liberarme e incrustaba la espada en el pecho de mi agresor repetidas veces.

Sentí mi cuerpo ser envuelto por un frío brazo y levantarme, entonces reaccioné, estaba completamente desnuda. Ahora los demás estaban aquí. Me divirtió que cada hombre miraba arriba buscando no mirar mi cuerpo aún desnudo. Pero el me miraba. Lo hacía.

-Vamos a cubrir ese lindo cuerpo.- esos ojos de dragón como los de mi padre, es el tío Kim Soo Hyun, mi padre había dicho que venía.

-Sané tu cuerpo hace unas horas ¿y ya tienes nuevas?- la de pelo azul apareció frente a mí, hizo aquello nuevamente y el ardor en mi trasero desapareció, cuando fui arrastrada me lastimé.

Mis ojos fueron a lo suyos nuevamente, continuaba mirándome. Con furia contenida ahora, luego noté que no era a mí a quien miraba. Era a quien me sostenía.

¿Estaba celoso? ¿Por mí?

No es posible.

No cuando su vista volvió a su barco ahora encallado en la arena y con un claro agujero en la parte inferior. Ahí estaba ella, tan linda como siempre.

Su rostro se transformó con solo verla. La veía con amor y mi corazón volvió a doler. Yo ya no poseía esa inocencia, ya no tenía conmigo ese sentir de que el mundo es todo bueno y colorido.

Había visto lo negro y lo gris, y todo aquello me superaba. Superaba el mundo color de rosa en el que creí vivir.

Su piel brilló contra el sol a la vez que su pelo se movía contra el viento. Era largo y frondoso, ella era perfecta, por eso la amaba.

Y yo...

Yo sentí algo que nunca había sentido.

Envidia.

-Vamos a emparejar esto.- señaló Lluvia mi pelo.

-Por favor- la seguí sin atreverme a soltar la mano de Meyra. En mi cabeza se repetían sus palabras.

Eres una reina, compórtate como tal, pero mi mente no las creía. Quizás si me aferraba a ella lo conseguiría.

-Sobre mi mandíbula.- pedí cuando vi a Lluvia venir con las tijeras, habíamos llegado a su cuarto, todas estaban aquí. Ellas eran mi apoyo.

-Madai

-Yo lo corto preciosa- la peli azul las arrebató de su mano y comenzó a cortar. -Listo, como una reina.








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