Capítulo 1

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ACTUALIDAD

Suspiré sin dejar de observar las gotas chocar contra la gran ventana de la habitación.

Hoy el día había amanecido gris, y no había cambiado ni una pizca con el paso de las horas. Es más, había empeorado demasiado.

Me sentía afortunada. Muchas personas odiaban la lluvia y las tormentas, pero sin embargo, a mí me encantaban.

Adoraba ver llover. Era algo que me relajaba desde que era una cría y hoy en día seguía haciéndolo, pero por desgracia, llovía mucho menos de lo que me gustaría.

-¿Señora Leanne? –Oí la puerta del dormitorio abrirse, pero mis ojos no tenían otra cosa que observar que no fueran el agua caer. –Disculpe la intromisión, señora. Pero el señor llamó anunciando que no vendría a cenar. ¿Desea que le sirva la cena aquí mismo?

-No tengo hambre...

-Pero debe comer. –Siguió Maurice hablando. –Disculpe que insista, pero debe tomarse sus vitaminas y para ello debe cenar primero. Además, al señor no le gustará nada enterarse que sigue saltándose las comidas.

-Entonces no se lo cuentes, Maurice. Dorian no tiene porqué enterarse.

-No sería ético por mi parte, señora. –Suspiré mirando al mayordomo por primera vez desde que había entrado.

Maurice llevaba años trabajando en esta casa. Conocía cada rincón y pasillo secreto de esta gran mansión. Su actitud y lealtad era lo que lo habían llevado a lo más alto y estaba segura que para él lo que le había sugerido había sido casi una ofensa.

-Le diré a Grettel que le suba la cena. –Sentenció saliendo de la habitación sin darme tiempo a rechistar.

Ya no lo hacía. ¿Para qué? Solamente perdía tiempo y gastaba saliva.

Nuevamente, unos golpes en la puerta resonaron en toda la habitación antes de ser abierta.

-¿Puedo pasar, señora? 

-Adelante. –Grettel apareció en el marco de la puerta con una bandeja en las manos y una sonrisa en la cara.

-Buenas noches, señora. Maurice me pidió que le sirviera la cena. ¿Puedo? –Me encogí de hombros mientras que ella se dirigía a la mesa auxiliar que había a un lado de la habitación.

De entre todos los empleados domésticos que trabajaban aquí, Grettel era la que mejor me caía. Con ella me sentía en confianza.

-Espero que le guste. Finn pensó que estaría bien algo calentito para este día de lluvia.

-Estará delicioso. Como siempre. –La observé caminar hasta la puerta, pero se detuvo frente a ella en mi dirección. –No te irás hasta que no pruebe bocado, ¿no?

-Lo siento... –Suspiré, pero no la culpaba.

No era la primera vez que decía que comería algo y después no lo hacía. El médico ya me había regañado infinitas veces por ello, pero no era culpa mía que tuviera un estómago de pajarillo.

-Son órdenes del señor.

-Ya... Debería de ser él el que estuviese aquí. –Gruñí por lo bajo mientras caminaba hacia la mesa. –A veces me gustaría que pasara más tiempo en casa y menos en esa horrible empresa.

-Entonces debería decírselo...

-Como si no lo haya intentado ya. –Me quejé dándole la primera cucharada a la crema de verduras al vapor.

-El señor siempre ha sido así. A veces hay temporadas más altas y otras más...

-No intentes justificarlo, Grettel, por favor... –Asintió mirando hacia el suelo avergonzada.

Tampoco quería que se sintiera así, pero me molestaba que lo defendieran con tanto ímpetu en algo en lo que yo no estaba de acuerdo.

Comí en silencio. Debía admitir que al principio no tenía ganas, pero después de la segunda cucharada mi estómago se abrió y devoré el plato.

Grettel se mantuvo a mi lado hasta que terminara y me tomara mis vitaminas correspondientes.

-¿Quiere que cierre las cortinas?

-No. –Me negué en rotundo mientras que me metía en la cama apoyando la espalda en el cabezero. –Y tampoco apague la luz al salir, quiero leer un rato.

-Como guste, señora. Avísenos si necesita algo. Qué tenga buena noche.

-Buenas noches. –Me despedí viéndola salir de mi habitación quedando nuevamente a solas en ella.

Me pondría a leer hasta que la vista se me cansara y la espalda me doliera. Hasta que los ojos se me cerraran y la mente desconectara.

Sí, eso haría. Al menos de esta forma me evadía un poco de la soledad que me rodeaba.

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