PRESENTE
Observé sin pestañear el rostro de Ryan completamente dormido.
Me parecía increíble la inocencia que los niños tenían. La vida tranquila y serena con la que debían vivir. Por estos motivos me gustaba verlo dormir.
Ryan era un niño muy tranquilo, callado y reservado. Le costaba iniciar una conversación, es más, me arriesgaría a decir que si alguien no le hablaba, él se mantenía en completo silencio sentado en una esquina.
A veces me preguntaba cómo podía ser hijo de mi hermana. No se parecían ni en el blanco de los ojos.
Hasta el día en el que habían aparecido en casa, había creído que yo era la única de la familia que había salido pecosa.
Al parecer, mi bisabuela materna era pelirroja con pecas. Siempre decían que me parecía mucho a ella, y estaba segura de que Ryan también lo haría.
No había heredado el mismo color anaranjado de pelo, el suyo era castaño, pero las pecas que adornaban su nariz me parecían adorables. Eran iguales a las mías.
-¿Vas a pasar mucho más tiempo mirándolo? –Sonreí negando con la cabeza.
Me incliné para besar su frente, le deseé unos dulces sueños y me giré hacia mi marido, que esperaba con paciencia apoyado en el marco de la puerta.
-Pensé que iba a pasar la noche solo.
-Exagerado... –Murmuré abrazándolo por la cintura en cuanto su mano se posó sobre mis hombros para caminar pegados hacia nuestra habitación.
-¿Has pensado en lo del internado? –Torcí el gesto ante esa mención.
Nos habíamos enterado de que Ryan no había asistido a la escuela el día de la entrevista con el asistente social. Qué había sido la amiga de su madre quien se había encargado de enseñarle a leer y escribir.
A mí se me había partido el corazón de solo escucharlo. De imaginarme todas las carencias que había podido pasar durante estos años.
Hubo incluso en un momento en que tuve que levantarme y salir a tomar el aire. No me atreví a seguir presente en aquella entrevista.
Por eso Dorian me había sugerido que lo internaramos en un colegio privado, al menos durante los primeros años. No me cabía duda de que allí lo ayudarían a ser el primero de la clase, pero algo me decía que aquello tampoco estaba bien.
¿Cómo decirle que tendría que pasar una temporada en un sitio desconocido con personas desconocidas? Ya había sido abandonado por su madre, no quería que sintiera lo mismo por mi parte.
-Creo que lo mejor será contratar un profesor y que le dé clases aquí, en casa. Él o ella será el encargado de darnos su evolución y ya miraremos... ¿Qué te parece?
-No es mala idea. –Asintió separándonos en cuanto entramos en el cuarto. –¿Cuándo tienes pensado terminar de decorar la habitación de Hera?
-¿Por qué lo dices como si fuera solo trabajo mío?
-No quise que sonara así... –Murmuró encogiéndose de hombros mientras que se quitaba la camiseta y la dejaba sobre el mueble de la cómoda. –Y ahora no solo tenemos que decorar el de nuestra hija, sino también el de Ryan.
-Será mucho más fácil. –Comenté tumbándome en la cama. –Lo llevaré conmigo para que sea él quien elija lo que quiera. Es más, creo que iremos mañana.
-Dile a mi hermana que te acompañe, entonces. Igual mi madre también se apunta. –Rodé los ojos.
Lo último que quería era que Miranda nos acompañara, pero eso no se lo diría.
Esperé a que se tumbara a mi lado para poder apoyarme sobre su pecho.
La cara de Ryan volvió a aparecer en mi mente y no sabía si estaba preparado para conocer a su futura abuela. ¿Y si resultaba ser que Miranda lo rechazaba?
No, no, no quería creer aquello.
Ryan era tan adorable y tierno que a cualquiera le daban ganas de metérselo bajo el ala y no soltarlo nunca.
-¿En qué piensas, amor?
-En Ryan... –Susurré suspirando. –En como espero que la familia lo acoja con los brazos abiertos...
-¿Por qué no lo harían? –Me encogí de hombros no queriéndole decir lo complicada que era su madre cuando quería. –Si yo estoy intentando hacerlo, ¿por qué los demás no? Además, en cierto modo, compartes sangre con él.
-Sí... Se parece mucho a mí...
-Con esas pecas no hay duda de ello. –Rió por lo bajo. –¿Crees que nuestra hija también tenga pecas?
-Espero que no. –Respondí torciendo el gesto.
-¿Por qué no?
-Porque de ser así me odiará... –Él inclinó la cabeza para observarme. – Aún recuerdo cómo se reían de mí en el colegio cuando era pequeña. Y teniendo en cuenta que al que asistí solo iban niñas, te lo podrás imaginar.
Las mujeres en general podíamos ser muy malas con otras mujeres cuando queríamos. No todas eran así, claro, pero habían algunas...
-Tus pecas son adorables, cariño. A mí me encantan, y las de nuestra hija serán preciosas también.
-¿Y qué vas a hacer cuando Hera venga llorando a casa porque se han reído de ella?
-Pues entonces le recordaré todos los días del mundo que son adorables, y que cada una de ellas la hace única. –Lo miré embobada sin saber que decir.
Sus palabras me habían dejado muda. Dorian podía ser como es, con un carácter fuerte, difícil y muy mandón, pero no me cabía la menor duda de que sería el papá perfecto con nuestra hija. Hijos... También sería el papá perfecto para Ryan.
-¿Leanne? ¿Por qué lloras ahora?
-Son las hormonas... –Murmuré abrazándolo fuertemente mientras que dejaba las lágrimas salir en silencio.
Ojalá me hubieran reconfortado a mí así cuando llegaba a casa triste. Ojalá mis padres se hubiesen detenido a escuchar mis quejas del colegio y me hubiesen ayudado a sobrellevarlo.
Ojalá me hubiesen hecho sentir orgullosa de mis pecas, de mi color de pelo y de mi físico. Sobre todo de mi físico...
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Moneda De Cambio
Roman d'amour-Tus padres me habían dicho que eras muy reservada, pero nunca imaginé que tanto... -¿Y qué más te contaron? -¿Qué? -Eso no se lo esperaba. -Qué que más te contaron. Porque conociéndolos, se habrán inventado unas cuantas más cosas lejos de la rea...