DOS MESES DESPUÉS
LEANNE
Abrí los ojos de golpe incorporándome en la cama rápidamente.
Observé por completo toda la habitación en penumbra. No sabía que era lo que buscaba o a quien buscaba, pero tenía la necesidad de encontrar algo.
Últimamente las noches no estaban siendo mi mayor aliada y me costaba horrores consiliar el sueño cada vez que tenía que levantarme a darle de comer a mi pequeña Hera.
Sacudiendo la cabeza de lado a lado, me incliné a besar el hombro de Dorian antes de levantarme de la cama aún nerviosa.
Hacía unas semanas que ya había dado a luz. Hacía unas semanas que nuestra bebé ya estaba en nuestros brazos y todo el mundo la adoraba... Pero también hacía unas semanas que una sensación extraña se había apoderado de mí.
El primer día que regresé a casa recibí muchos regalos por parte de familiares y amigos de Dorian, pero uno de ellos en concreto hizo que mi felicidad de aquel día se esfumara.
Grettel apareció con un bonito ramo de rosas envenenado, y no en el sentido literal de la palabra, claro. El veneno estaba bien camuflado en la nota que el ramo traía.
“¿Creías que la felicidad duraba para siempre? Tu marido no suelta más que mentiras por esa linda boquita.”
De inmediato le pedí a Grettel que tirara aquella broma de mal gusto a la basura. No me importaba averiguar de parte de quién venía porque no iba a descubrirlo, pero a partir de ahí no había dejado de recibir notas de ese tipo por correo. Incluso se atrevían a afirmar que Dorian me engañaba y que pronto me abandonaría.Todas y cada una de esas notas iban directas a la basura en cuanto terminaba de leerlas.
Una parte de mí no quería creerlas, pero la parte más insegura y paranoica no hacía más que decirme que todo aquello pasaría de un momento a otro.
Llegué al cuarto de Hera suspirando aliviada al encontrarla dormida plácidamente. Realmente no sabía que iba a esperarme. O sea, lo normal era llegar y que sucediera exactamente eso, que estuviese en su cuna durmiendo, pero a raíz de lo de las notas había surgido un miedo interior en mi cuerpo que me hacía imaginar y ver cosas donde no había nada.
Cómo dormir muy poco y despertar con la sensación de que alguien me observaba. Lo que era imposible, puesto que la casa estaba vigilada las veinticuatro horas del día y nadie podría ser capaz de entrar o salir sin ser capturado por alguna de las cámaras.
-Mi pequeña guerrera... –Me incliné sobre la cuna para poder acariciarle la mejilla.
Se veía tan pequeña e indefensa, que no sabía cómo había sido capaz de permitir que durmiera en su propia habitación.
Dorian decía que se parecía mucho a mí, y que el color cobrizo de su pelo le hacía sospechar de que también tendría pecas como yo, pero yo no hacía más que verlo a él reflejado en ella. ¡Incluso Joselyn había traído una fotografía de Dorian pequeño para compararlos!
-Dulces sueños, princesa. –Besé su cabeza delicadamente antes de salir para hacer exactamente lo mismo con Ryan.
Mi pequeño hombrecito era el hermano mayor que cualquier persona quisiera tener. No hacía más que ayudarnos y querer estar con Hera en todo momento.
No descartaba que en alguna ocasión aparecieran los famosos celos porque sería algo normal, pero conociéndolo estaba segura de que no pasaría.
Cerré la puerta de la habitación de Ryan para dirigirme a la cocina a por un vaso de agua.
Era increíble cómo mi vida había podido cambiar tanto de un día para el otro. Ahora mismo no podía imaginarme una vida sin Dorian o fuera de esta casa. No quería ni imaginar la vida que hubiese tenido con otra persona porque mi futuro hubiese sido el mismo:
Estar con alguien a cambio de las deudas de mis padres.
Suspirando, volví a mi habitación más tranquila y con más ganas de dormir que nunca.
-¿Qué pasa? –Preguntó Dorian con voz adormecida en cuando me acosté a su lado. Daba igual el tono de su voz, el susto me lo había llevado igual.
-Nada. No podía dormir y fui a por algo de beber.
-Mmm... –Me rodeó el cuerpo con los brazos casi ronroneando. –¿Sabes que desde que Hera está en casa no hueles más que a colonia de bebés?
-¿Y eso es bueno o malo?
-Me recuerdas a infancia... –Sonreí acomodándome a su lado.
-Pero espero que eso no me dure siempre. No quiero ser solamente madre...
-No juegues con fuego, cariño. Todavía no tenemos el visto bueno del doctor. –Sentí el calor subir a mis mejillas de solo pensarlo.
Aún era muy pronto para que tuviéramos relaciones, pero debía de confesar que ya me moría de ganas.
-¿Sabías que muchas mujeres se vuelven a quedar embarazadas en la cuarentena?
-Leanne... –Sonreí de lado mientras que él se inclinaba para mirarme a los ojos a través de la oscuridad. –¿Quieres tener otro bebé?
-Ojalá pudiera ser así...
-Lo será.
-Hmm...
-¿Quieres intentarlo? –Quien lo miró asombrada ahora fui yo. –Por intentarlo que no sea, ¿no?
-¿Y qué pasó con eso de que el doctor no había dado el visto bueno?
-Que le den al doctor. –Dijo antes de que sus labios me atacaran ferozmente.
Después del nacimiento de Hera habíamos decidido no tomar pastillas anticonceptivas ni nada de precauciones. No sabía siquiera si algún día llegaría a quedarme embarazada de nuevo, pero que no dijeran que no era por falta de práctica.
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Moneda De Cambio
Romansa-Tus padres me habían dicho que eras muy reservada, pero nunca imaginé que tanto... -¿Y qué más te contaron? -¿Qué? -Eso no se lo esperaba. -Qué que más te contaron. Porque conociéndolos, se habrán inventado unas cuantas más cosas lejos de la rea...