Capítulo 6

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PASADO

Estaba nerviosa.

Estaba a punto de conocer a Dorian Beaumont y estaba muy nerviosa.

¿Quién no lo estaría?

Sin embargo, me senté en la mesa del comedor a esperar y esperar.

Y seguí esperando media hora después, y una hora más.

-¿No quiere que le sirvamos la cena a usted, señorita?

-No tengo hambre. –Afirmé poniéndome de pie. –Y quiero que separeis el risotto en dos platos individuales para los perros.

-¿Ahora? Pero el señor es estricto con las comidas para los perros... 

-Entonces dáselos mañana.

Dicho esto, me dirigí hacia el jardín trasero.

Estaba más que decepcionada y avergonzada.

¿Pero quién se creía que era este hombre para darme plantón dos noches seguidas? ¡Y además sin conocernos!

¿Pero esto que era?

¿Se estaba riendo de mí?

-Eh, chiquitín... –Sonreí ante la ironía de la palabra cuando el perro era todo lo contrario. –¿Viniste a por unos mimitos antes de dormir? –Me puse de rodillas en la hierba para poder acariciarlo mejor. –¿Y tu hermano ya duerme? Seguro que sí. A él no le debe importar nada ni nadie, como a su dueño... Me pregunto si tienen algo más en común aunque físicamente sean diferentes...

-¿Me está comparando con un perro, señorita Pearson? –Salté en mi sitio asustada girándome enseguida hacia donde venía la voz.

El hombre me miraba de brazos cruzados y con una ceja alzada mientras que Boston dejó mis brazos para ir a recibirlo.

Traidor...

Así que debía suponer que él era Dorian Beaumont, pero eso no implicaba que no siguiera estando enfadada con él.

Los arbustos a distancia comenzaron a zarandearse antes de que la impetuosa figura de Belial apareciera en nuestro campo de visión.

El que faltaba...

Pasó por mi lado ignorando mi presencia para detenerse junto a su dueño muy mansamente.

-Hola, chico. Cierta persona aquí dice que nos parecemos mucho... ¿Qué tienes que opinar tú en todo esto? – Como respuesta, el perro gruñó en mi dirección haciéndome tragar saliva. – No le parece bien, desde luego...

Por su parte, Boston nos miró a uno y después al otro antes de volver a mis pies moviendo el rabo contento.

-Anda, mira. Sí a él le caes mejor.

-El sentimiento en mutuo. –Volví a agacharme para acariciarlo como tanto le gustaba. –Ha sido mi única compañía durante todo el día...

-Si tienes que decirme algo este es el mejor momento para ello. –Mi estómago se removió de los nervios. –Y te sugiero que aproveches la oportunidad. No todos los días permito que me echen cosas en cara.

-Nadie es perfecto...

-Por supuesto que no, pero muchos se ven con el derecho de ir recriminandolo por ahí.

-¿También te molesta eso?

-Generalmente me molesta todo, cariño. Aún más si viene de parte de personas irrelevantes en mi vida.

¿Y yo en qué rango me encontraba?

-¿No piensas decir nada?

-¿D-de que me valdría? Lo hecho, hecho está...

-Para desahogarte aunque sea. Tus padres me habían dicho que eras muy reservada, pero nunca imaginé que tanto...

-¿Y qué más te contaron? 

-¿Qué? –Eso no se lo esperaba.

-Qué que más te contaron. Porque conociéndolos, se habrán inventado unas cuantas más cosas lejos de la realidad. –Lo encaré. –¿Qué sabes? ¿Mis gustos? ¿Mis tallas? ¿Mis pasatiempos? Para ellos soy simplemente una niñita consentida a la espera de que alguien se encargase de mí, y, ¡oh, lo siento! Déjame decirte que fuiste el afortunado. Te ganaste la lotería sin jugarla. Ellos nunca sabrán cómo soy más allá de las enseñanza que me dieron desde que era una cría.

-¿Y como eres en realidad?

-Igual te lo hubiese contado ayer, cuando llegué a esta fortaleza inquebrantable sola... O esta noche, cuando íbamos a cenar juntos. 

-¿Ves? Todos tienen cosas que echar en cara.

-¡Es tu culpa! –Me quejé mirándolo incrédula. –Si hubieses ido a buscarme a casa o simplemente haber aparecido ayer o incluso hoy como habías dicho, nada de esto hubiese pasado.

-¿Y qué quieres que haga? ¿Qué deje mis responsabilidades laborales de lado solo por venir a hacerte compañía?

-¡Por ejemplo! –Dije un poco más alto de lo normal.

¿Por qué parecíamos una pareja de verdad discutiendo como si lleváramos muchos años?

-Nadie me dijo que esto sería así...

-Nadie debería estar preparado para ser la moneda de cambio de sus padres, señorita Pearson.

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