Capítulo 36

181 26 1
                                    

PASADO

-¡Leanne! –Tal grito lleno de cólera me hizo sobresaltar.

¿Qué le pasaba?

La puerta de la habitación se abrió de un fuerte golpe haciendo que enseguida me girara hacia él aún desde el asiento del tocador.

-¿Qué pasa?

-¿Qué pasa? –Repitió más que enfadado. –¡Eso mismo me gustaría saber a mí!

Sin añadir nada más, tiró del lazo de mi albornoz revelando mi desnudez y haciendo que abriera los ojos sorprendida.

-¿Q-qué haces, Dorian?

-Con que esto te lo hiciste accidentalmente, ¿eh? –Me inclinó hacia un lado apartando el albornoz dejando ver los feos hematomas que me habían salido en el brazo izquierdo y parte de mi espalda frente al espejo.

-Y-ya te dije que sí... Grettel me ayudó a...

-¡A Grettel debería despedirla! –Lo miré aún más asombrada mientras que volvía a abrocharme la bata. –No quiero que Katherine Pearson vuelva a pisar más esta casa.

-¿Q-qué?

-Esta mujer no sabe de lo que soy capaz como vuelva a enterarme de que te pone una mano encima. ¿Me oyes? ¡Nadie se atreve a ponerte un solo dedo encima!

-Fue sin querer...

-¡¿Y encima la defiendes?! –Gritó fuera de sí. –¡Esto es el colmo, Leanne! ¿Por qué no me lo contaste? –Me encogí de hombros sin saber que decir.

¿Cómo había descubierto que había sido mi madre la causante de aquellos golpes?

La única que podía haber sospechado algo había sido Grettel y por su reacción, no había sido ella quien se lo hubiera dicho.

-¿C-cómo lo supiste?

-¿Te olvidas de que la casa está llena de cámaras?

Mierda. El altercado había sido en el jardín.

-Lo siento... –Murmuré cerrando los ojos por unos segundos. –Debí decírtelo...

-¡Por supuesto que sí! Y lo que más me molesta es que hayas sido capaz de seguir permitiendo que te tocase. ¿Es qué aún no entiendes que ya no les tienes que rendir cuentas? Dejaste de hacerlo el día que te cambiaron por dinero.

-¡Para! ¿Por qué tienes que recordármelo siempre?

-Porque parece que se te olvida. –Sus palabras fueron como dagas envenenadas directas hacia mi corazón. –Deja de ser tan inocente, por favor. Deja de creer que todas las personas son buenas y merecen terceras y cuartas oportunidades. ¿No eras tú la que me decía que sus padres nunca la habían querido bien? Pues parece que te gusta que te sigan queriendo mal, Leanne. A los hechos me remito.

-Me estás haciendo daño... –Su semblante pasó de sorprendido a ofendido antes de reír amargamente.

-¿Es ella la que golpea físicamente y soy yo el que te hace daño sin tocarte? ¡Fenomenal! Simplemente fenomenal. –Lo vi salir de la habitación hecho un torbellino.

No quería que se lo tomara tan mal, pero era cierto. Sus palabras me hacían mucho más daño que los golpes que mi madre pudiera darme.

¿Por qué no veía que él me importaba y ella no? En un momento lo hizo, por supuesto, pero ya no...

-¡Dorian! –Grité siguiéndolo en cuanto fui consciente de que no regresaría. – ¡Dorian!

Lo alcancé llegando a la puerta de su despacho en la planta baja.

-Piérdete de mi vista, Leanne.

-No, quiero que me escuches...

-¿Para qué? Ya me lo dijiste todo, y no tengo ganas de seguir haciéndote daño, la verdad. –Me crucé de brazos con los ojos cristalizados ante su ironía.

-Odio que me hables así...

-Y yo odio que defiendas a tus padres después de lo que te han hecho.

-¿Es qué no te das cuenta? Estamos juntos por ellos.

-¿Y? ¿Es qué también tengo que agradecerselos? –Se cruzó de brazos detrás de su escritorio. –¿Cuando vas a abrir los ojos de una vez? Dices unas cosas y después demuestras otras. ¿De verdad crees que son unos buenos padres?

-N-no, pero...

-¿Lo ves? Siempre tienes un pero para ellos. ¿Lo tuvieron ellos cuando decidieron poner su empresa por encima de ti? ¿Cuando decidieron poner a tu hermana de patitas en la calle?

Moneda De Cambio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora