Capítulo 11

239 29 0
                                    

PRESENTE

-Mmm... ¡Dori... –Su boca calló a la mía en cuanto una explosión de éxtasis me invadió por completo.

Sonrió besando la punta de mi nariz antes de tumbarse a mi lado tan exhausto como lo estaba yo.

-Joder, creo que esta vez nos lucimos. –Me hubiese gustado poder responderle, pero mi respiración aún agitada me lo impidió.

El sexo con él era... ¿Cómo explicarlo?

Increíble, ansioso, excitante, salvaje... Pero a la vez también delicado y amoroso.

Podíamos llevarnos en ocasiones como el perro y el gato, podíamos discutir una y mil veces por algo, pero la conexión que nos unía en la cama era inexplicable y lujuriosa. Muy excitante.

Me acurruqué sobre su pecho sin pudor alguno a pesar de sentir mi cuerpo acalorado y pegajoso.

Dorian me había enseñado todo lo que sabía en la cama. Me había ayudado a conocerme a mí misma y a conocerlo a él. A descubrir mis necesidades y las suyas. A entender que no solamente debía complacerlo a él, sino que también tenía que hacerlo conmigo misma.

Sentí sus suaves caricias en mi espalda desnuda haciéndome suspirar de placer.

Amaba la forma en la que me trataba después del acto. Siempre intentaba hacerme sentir más a gusto y relajada una vez la tensión del momento había terminado.

Porque sí, también nuestros músculos se tensaban y esforzaban a la hora de intimar con alguien.

-Recuérdame no pasar tanto tiempo sin poder tocarte de esta manera.

-Mmm... Tampoco hace tanto de la última vez...

-Y es un error por mi parte que eso sea así. Deberíamos hacerlo todas las noches. -Alcé la cabeza para mirarlo a los ojos incrédula.

En otras circunstancias me hubiese colocado boca abajo para poder estar más cómoda y observarlo mejor, pero con esta barriga mis posturas a la hora de estar en una cama eran escasas.

-¿Crees que podrías?

-¿El qué? -Su sonrisa se amplió y enseguida supe a lo que se refería. – Sabes que si fuera por mí... Pero en este estado...

-Lo sé, necesitas descansar. –Besó mi frente. –Pero piensa que cuando nazca el bebé no tendremos mucho tiempo para ello.

-¿Eso crees? Estoy segura de que aunque no tengamos tiempo, lo buscaremos de donde sea.

-Hmm... Me gusta esa idea. –Sonrió. –Y me gusta aún más que seas tú quien lo haya dicho.

-Soy persona. También tengo mis necesidades...

-Y no lo dudo. Es más, estaré encantado de ofrecerte mis servicios a tiempo parcial o completo. –Reí acercándome a sus labios para besarlo.

Enseguida sus manos buscaron ponerme sobre su regazo para empezar de nuevo.

Dorian era el hombre más insaciable que había conocido en mi vida. Es decir, tampoco es que hubiera conocido a alguno antes de él, pero no creía que todos fueran iguales.

§§§

-¿Señora Beaumont? ¿Aún sigue en la cama? –Fruncí el ceño antes de estirar por completo mis músculos. –Puedo retirarme si...

-No, no, tranquila, Grettel. Pasa... – Abrí los ojos aún soñolienta. –¿Podrías traerme la bata?

-Enseguida. –La oí rebuscar por la habitación hasta dar con la bata de seda del pijama que cubriría mi desnudes. –No quise venir a molestarla. Me preocupaba que le hubiese pasado algo, puesto que todavía no había bajado.

-No, estoy bien... –Intenté ocultar la sonrisa en mi rostro.

¿Cómo no iba a estarlo? Dorian me había complacido en todos los sentidos.

-¿Quiere desayunar algo?

-Sí, pero primero voy a ducharme. Llévame algo al jardín dentro de diez minutos, por favor.

-Como guste, señora. –Me sonrió a modo de despedida antes de detenerse junto a la puerta. –Por cierto, casi se me olvida. El señor quiere que esté preparada sobre las seis de la tarde.

-¿Saldremos? –Pregunté curiosa.

-Sí. Comentó algo sobre una cena importante a la que quería que lo acompañase.

-Hmm... Gracias. –Me volví a acostar sobre el colchón en cuanto Grettel se marchó.

¿Por qué era tan importante esa cena que también tendría que ir yo? Además, ni siquiera me había comentado nada anteriormente...

Suspirando, me levanté para ir a darme una ducha de agua caliente, y aunque aún tenía la curiosidad por saber de qué iba la cena, estaba contenta de saber que al menos cenaríamos juntos.

Me puse un vestido oversize antes de peinarme el pelo y bajar a desayunar al jardín.

Esta vez fue Maurice quién me esperaba para servirme el desayuno.

-Buenos días, señora Beaumont.

-Hola... –Me senté a la mesa y enseguida vinieron a mi lado Belial y Boston. –¿Ya desayunaron?

-Por supuesto. Bien temprano en la mañana, como quiere el señor. – Asentí cogiendo una tostada de pan con pavo.

-Oye, Maurice... ¿Sabes algo respecto a la cena de esta noche? ¿Quiénes asistirán a ella?

-No, señora. Lo único que sé es que será en el restaurante Le petit hochet, pero nada más.

-¿El qué está en la azotea de ese caro hotel?

-El mismo.

-Hmm... Gracias. Dile a Grettel que venga, por favor. –Asintió antes de comprobar que mi vaso de zumo estuviera bien llena para retirarse.

Me sorprendía un poco que la reunión fuera en ese restaurante. En realidad, no. ¿Por qué sorprenderme? A Dorian siempre le gustaban los mejores sitios, y ese no iba a ser menos.

Aunque si teníamos en cuenta que una de nuestras primeras citas había sido allí...

-¿Me buscaba, señora?

-Sí, Grettel. Necesito que me ayudes con el vestido para esta noche.

Moneda De Cambio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora