Capítulo 27

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PRESENTE

-¿Lo oyes?

-Sí... -Susurré emocionada escuchando los latidos del corazón que emitía la pantalla frente a nosotras.

-¿Quieres saber que es? Si lo movemos un poco...

-¡No! Mi cuñada me mataría...

-Ah, ya sé... La típica fiesta de género... -Asentí antes de volver la vista a la pantalla para ver a mi bebé.

¿Cómo se podía querer tanto a una cosita tan pequeña? Sus manitas estaban sobre su cara de una manera graciosa.

-En esta etapa ya empieza a desarrollarse el oído, así que puedes hablarle todo lo que quieras que va a reconocer tu voz.

-¿De verdad?

La doctora no solamente me explicó lo que el bebé ya era capaz de hacer, la formación de sus huesos y músculos o que era capaz de moverse y de dar patadas, aunque lo más probable era que no iba a notarlas todavía.

Me echó la bronca con palabras muy técnicas que solo una doctora usaría. Qué debía comer más, que no debía saltarme ninguna comida y bla, bla, bla.

Yo no lo hacía conscientemente, de verdad que no, pero mis ganas de comer se bazaban básicamente en mi estado de ánimo.

Angus me abrió la puerta del asiento trasero del coche en cuanto me vio salir del hospital.

-¿Todo bien, señora?

-Todo bien. -Respondí antes de subirme al coche.

El camino lo pasé en absoluto silencio.

No quise que nadie me acompañara a la revisión a pesar de que me hubiesen insistido demasiado. No quise volver a encender el teléfono, aunque casi me vi obligada a ello.

Las llamadas perdidas y mensajes que tenía por parte de Dorian habían abundado. También tenía de Mason y de Joselyn, pero había hecho la vista gorda y no me hube comunicado con nadie.

Mi sorpresa fue cuando al salir de mi habitación esta mañana ya estaba Angus esperándome en la entrada junto a Grettel.

-El señor pidió que la acompañara. -Dijo con mirada inocente, pero yo me negué.

A Angus si lo necesitaba, estaba claro, pero a ella no. Si Dorian no era el que me acompañaría, nadie más lo haría.

Al llegar a casa casi me caigo de culo, y no por haber tropezado con algo.

La entrada de casa estaba llena de rosas. Rosas rojas por todos lados. Sobre los muebles, sobre el suelo...

-¿Q-que...

-Es una manera bonita de pedir perdón, ¿no cree? -Miré asombrada a Mauricie mientras que él sonreía. -El señor lamenta no haber podido acompañarla como estaba previsto.

-Ya... -Los ojos se me llenaron de lágrimas a la vez que subía corriendo a mi habitación.

No iba a comprarme con unas cuantas rosas. Da igual que fueran cien o doscientos. Da igual lo que hiciera o dijera. Su lugar era estar aquí conmigo. Su lugar era acompañarme a las revisiones de su propio hijo.

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