Capítulo 42

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PASADO

Me bebí de un sorbo el vaso que el barman acababa de dejar sobre la barra.

El ardor del alcohol quemó mi garganta, pero ya no ponía esas muecas que al principio me salían solas.

Después de la tercera copa, ya bajaba solo. 

-¿No crees que te estás excediendo un poco?

Por un momento estuve tentada en soltar una grosería creyendo que era la persona a la que odiaba en aquellos momentos, pero sin embargo, fue Mason quien apareció a mi lado. 

-Estoy bien. –Le hice una señal al barman para que volviera a rellenarme el vaso. –¿Quieres?

-No, gracias. Ebrio no podré entablar negocios. –Me encogí de hombros antes de beber, esta vez, moderadamente. – ¿Quieres contarme qué te tiene en este estado?

-¿No te lo imaginas? –Giré sobre mis pies apoyando los codos en la barra para no caerme. –Allí. –Con el mentón señalé a mi marido, que tan bien se lo pasaba en compañía femenina.

-¿Lucy?

-Con qué se llama Lucy, ¿eh?Ya sabía cómo se llamaba para poder hacerle Vudú.

-Sí, siempre ha querido llamar la atención de Dorian. –Me giré hacia él. –En el fondo creo que está enamorada de él.

-No estás ayudando en nada, Mason. –Gruñí terminando de beberme el licor ambarino.

Realmente no sabía que estaba haciendo en aquella estúpida fiesta organizada por la empresa de Dorian.

Se suponía que él debía estar haciéndome compañía en todo momento, presentándome a gente y ejerciendo su papel de marido, pero había sido todo lo contrario.

Desde que habíamos puesto un pie en aquel salón de hotel reservado especialmente para aquellos eventos, cada uno había ido por su lado. O más bien, él se había ido por su lado.

Y cómo no, era muy aclamado por las invitadas femeninas, en especial de aquella morena de pelo largo que no lo dejaba ni a sol ni a sombra. Lo que me tenía en un estado de histería total.

-Leanne. –Alcé las cejas al oír su voz, pero no me volví a mirarlo, el vaso de cristal frente a mí era mucho más interesante en aquellos momentos que él.

-Vaya, hasta que te soltaron la correa, ¿eh?

Oí a Mason decir que iría a saludar a no sé quién con la excusa de dejarnos a solas.

-Ni se te ocurra tocarme. –Bramé apartando la mano en cuanto sus dedos tocaron mi antebrazo.

-Y a ti ni se te ocurra volver a hablarme así.

-¿Qué quieres, Dorian? ¿Ahora vienes a acordarte de que tenías una esposa?

-Nunca se me ha olvidado.

-Permiteme que lo dude. –Alcé la mano haciéndole señas de nuevo al barman. –Otra...

-No. –Me interrumpió él. –Y como vuelvas a servirle algo que lleve alcohol estarás despedido.

-¡Eh! ¿Qué te ha hecho el pobre chico? –Pregunté mirándolo en cuanto el barman se alejó hacia el otro lado de la barra. Lo más lejos posible de nosotros.

-Servirte copas sin ton ni son.

-Para eso está, ¿no? –Sus manos me agarraron por los brazos para que lo mirara. –Suéltame.

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