Capítulo 19

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PRESENTE

Mis ojos pasaron de la chica a él y de él a la chica.

¡¿Pero qué diablos hacia ella allí?!

-¡Leanne! -Dorian fue el primero en levantarse al verme. -¿Qué haces aquí? Sabes que no me gusta que entren sin tocar.

-Pensé que no había nadie. -Me crucé de brazos mirando a la rubia que me sonreía ampliamente.

-¡Hola, querida! Encantada de verte de nuevo. -No podía decir lo mismo, desde luego, pero me limité a corresponderle el saludo educadamente.

-Marianne pasaba por aquí y se acercó a saludar.

-Muy amable de su parte. -Sonreí falsamente aún desde mi sitio.

-Bueno, yo me marcho ya. ¡Queda pendiente esa invitación a vuestra casa!

-Me pondré en contacto con Héctor, tranquila. -La dichosa Marianne se acercó a besar su mejilla antes de despedirse de mí solamente con una sonrisa.

-¡Hasta luego, querida! -Salió cerrando la puerta tras ella dejándonos a solas.

-Juro que no tenía ni la más remota idea de que vendría. -Se defendió incluso antes de que yo le dijera algo. -Estoy empezando a creer que tenías razón.

-¡Por supuesto que la tengo! -Me quejé soltando mi bolso sobre la silla frente a él. -Y desde ya te digo que esta visita no me ha hecho nada de gracia, Dorian. Encima que ya venía con mal humor, más enfadada estoy ahora.

-¿Venías de mal humor? ¿Por qué?

-¿Dónde está tu anillo de bodas?

-¿Qué? -Mi pregunta le sorprendió un poco al no esperarla.

¿Pero qué creía? ¿Qué no me daría cuenta de que no lo usaba?

Se miró las manos antes de mirarme con el ceño fruncido.

-¿Estás enfadada por eso?

-¿Te enfadarías tú si yo fuera por ahí sin los anillos? -Hice el amago de quitármelos, pero me detuvo.

-Me lo habré quitado en casa por algo. No me había dado cuenta de que no lo tenía, Leanne.

-¿Lo has perdido?

-Yo no he dicho eso. -Volví a cruzarme de brazos. -Está en casa, no te preocupes por ello.

-No me gusta que no lo uses, Dorian. Hay personas que pueden tomarse ese acto de maneras erróneas.

Estiró la mano para que me acercara.

-¿Estás celosa al pensar que otras mujeres puedan verme como un soltero disponible?

-No estoy celosa. -Me quejé apoyándome en el borde de su escritorio delante de él. -Pero me molesta que puedan pensar eso mismo, sí.

-A eso se le llaman celos, amor.

-¿Y como no estarlo si solo te rodeas de mujeres guapas? -Solté por fin en cuanto las palabras de Lauren llegaron a mi cabeza. -¿Por qué no te duran las asistentas, Dorian?

-¿Y eso que tiene que ver ahora?

-Esta que tienes ahora tiene una conclusión muy buena.

-¿Lauren? -Asentí. -¿Has hablado con ella? ¿Ya la conociste?

-Por desgracia, pero no me apetece hablar de ella. Quiero que me respondas.

-No soy de tener empleados fijos. Tienen que hacer muy bien su trabajo para que duren años a mi lado.

-Todos los empleados de casa llevan allí mucho tiempo.

-Exacto, y eso es porque hacen su trabajo a la perfección, pero no todos son como ellos.

-¿Por qué todas son chicas?

-¿A qué te refieres?

-También podrías contratar a un hombre como asistente, ¿no? -Sonrió de lado.

-Ya lo he hecho. He tenido tanto hombres como mujeres de asistentes personales, Leanne. No entiendo a qué vienen estos celos ahora. -Le di un manotazo en la mano en cuanto quiso tocarme. -Oye...

-¿Es qué no lo entiendes? Todas parecen modelos sacadas de portadas de revistas.

-¿Y tú no?

-¡No! -Me quejé ofendida. -Yo estoy gorda y fea. Pronto comenzaré a hincharme por todos lados y la ropa me quedará estrecha. Me saldrán ojeras por mal dormir y...

-Eh, para. -Me detuvo agarrándome por fin de las manos. -Estás embarazada, Leanne, no gorda. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Son dos conceptos muy diferentes. Además, ¿qué pasaría si tuvieses unos kilos de más? ¿Es que las mujeres con ese metabolismo no son atractivas e interesantes igual?

-Yo no lo sería...

-Otra vez con eso. -Lo oí gruñir. -Estoy cansado de tocar siempre este tema, cariño. No sé cómo diablos hicieron para traumarte con el tema del peso, pero estoy más que harto ya con esto.

Agaché la cabeza comenzando a sollozar sin poder evitarlo.

Podía parecer bipolar, pero juraba que no lo era.

-Oye, eh... -Me abrazó acariciándome la espalda como tanto me gustaba que hiciera después de hacer el amor en la intimidad de nuestro dormitorio. -Ya sé que estás más susceptible por eso del embarazo y las hormonas, pero tu cuerpo volverá a ser el mismo de antes en cuanto des a luz.

-Tócame.

-¿Qué? -Me miró sorprendido. -¿Ahora? Ni siquiera la puerta está cerrada con llave.

-T-tócame, Dorian. Por favor... - Suspiró en cuanto guié su mano al cierre de mi pantalón.

-Joder... -Lo atraje por el cuello para poder besarlo mientras que sus dedos hacían magia bajo mi ropa interior.

Cómo a alguien se le ocurriera entrar ahora mismo al despacho, Dorian me mataba.

Yo no era mucho de estos arrebatos, más bien era él quien me hacía propuestas indecentes de vez en cuando, pero ahora...

Ahora mismo no sabía que era lo que me había dado.

-No vuelvas a quitarte la alianza cuando te la pongas. -Susurré a escasos centímetros de su boca en cuántos nos separamos. – Prométemelo.

-Lo prometo, Leanne. Lo prometo.

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